Increíble, luego cierto. Las cosas en las que uno fue sembrando ilusión (y con ella, el más que probable desencanto) parecen decididas a florecer últimamente. No todas, claro, ni al mismo ritmo, pero sí las que uno nunca sospechó o veía menos probables.
Cuando unos tolkienómanos empezamos a traducir en 1999 Las aventuras de Tom Bombadil nadie hubiera creído que nuestra traducción en verso, tan amorosa como amateur, terminaría viendo la luz en Minotauro e integrándose así en el Canon público de la Tierra Media. Tampoco que a unos cuantos culpables (Valnaur, Ana Leal y yo) nos invitarían esta semana a la Pompeu i Fabra, dentro de un curso sobre Tolkien, a explicar los porqués y sinembargos de tanto atrevimiento. (Lástima, y mucha, que los organizadores desistieran de traer de Argentina a los principales promotores de la traducción, Diego Seguí y Ale Murgia).
Para mí, la experiencia ha sido linda pero agotadora (partida en autocar a Madrid a las 14.00 del martes, llegada en avión a Barcelona a las 21.10, una brevísima mañana para ver el Barrio Gótico, dos horas de ponencia por la tarde y vuelta otra vez en avión y en autocar hasta este noble villorrio, para llegar a las tres y media de la mañana del jueves y estar pocas horas después con la tiza en la mano, incrédulo y exhausto). Es una experiencia única pasar unas horas entre los miembros de la Sociedad Tolkien de Barcelona, tan instruidos como un concilio élfico y tan amables como una familia hobbit. Uno hubiera creído ser un friki de la Tierra Media, pero en tan docta compañía comprueba que tampoco en esto pasa de aficionado más o menos audaz.
Si tengo un rato, pasaré a limpio y subiré aquí lo que pude decir sobre la obra poética de Tolkien. Valnaur habló sobre la traducción y el Departamento de ídem de la Universidad de Númenor, y Ana Leal, cada vez mejor discípula de su maestro, logró que resultara sencillo, casi transparente, el ritmo de los poemas. Mostró muy bien lo que Tolkien tomó de la tradición popular inglesa y dejó abierta la puerta a una traducción más fiel que la publicada, que se arriesgue a reproducir en castellano las formas del texto original, con sus versos acentuales, de número de sílabas impredecible. Tiene razón en que, tratándose de hechos rítmicos, pueden traspasarse con éxito de una lengua a otra: pero también es cierto que aclimatar una forma que los oyentes perciben como nueva o foránea toma su tiempo (que se lo pregunten, un suponer, a los primeros endecasilabistas).
Como muestra del espíritu hobbit con que se afrontó la traducción, escuchamos la versión musicada del Olifante de Diego y Ale Murgia. Cuando Ana nos recordó que Tolkien fantaseó con crear una escuela o tradición que completara su trabajo con nuevos relatos y canciones, pensé (bien pero tarde) que hubiera estado tanto o mejor sacar sobre la mesa esta maravilla de Ale Murgia, musicada por Hernán González. Tolkien meets Les Luthiers.
Se cuenta que en los lindes
del bosque de las fresas
vivía hasta hace poco
—auténtica rareza—
un troll de dos cabezas.
Era hosco y huraño,
campeón de la rudeza,
pero a veces hablaba
con gran delicadeza
el troll de dos cabezas.
Prefería estar solo;
se sentaba a la mesa
y trozaba el carnero
sin gracia ni destreza,
aunque a veces sentía
un rapto de fineza
y usaba aguamanil
igual que una princesa.
Los hobbits le temían
y existe la certeza
que en su propia familia
provocaba extrañeza.
Pero él no hacía caso
ni sentía tristeza.
Mataba el tiempo hablando
de una a otra cabeza.
Una, la más maciza,
y ceñuda, y aviesa,
contaba chistes orcos
de indecible torpeza,
y a cambio le narraba
la segunda cabeza
olvidadas historias
de élfica belleza.
Siendo tan diferentes
una y otra cabeza
tuvieron tanto tiempo
de cambiar sutilezas
que llegó a ser un sabio
el troll de dos cabezas.
Lo cierto es que un buen día
la hermosa troll Teresa
cruzó en busca de setas
el bosque de las fresas,
y escuchó hablando solo
al troll de dos cabezas.
Decía: «Hete el secreto
de mi naturaleza
de troll, he de tenerme
absoluta franqueza,
reconocer las propias
miserias y flaquezas
mas no cortar las alas
que buscan la belleza».
Cuando escuchó estas cosas
la linda troll Teresa
se enamoró en el acto
del troll de dos cabezas,
y fue de esa manera,
sin tortas ni cerezas,
que nuestro extraño amigo
al fin sentó cabeza.
Lo cuentan las canciones
de barra y sobremesa,
cuando alegre en las copas
desborda la cerveza.
Y agregan que en el linde
del bosque de las fresas,
medraron, ¡oh, sorpresa!
los trolls de dos cabezas.
11 comentarios:
Me alegro de que tu paso por Barcelona haya estado lleno de interés y el encuentro con tus compañeros tolkenianos haya sido fecundo.
Tanto que estoy deseando volver. A ver si por Semana Santa...
El otro día no me dejó el señor Blogger escribirte que la música se oía fatal, pero ya veo que la has descolgado. Una pena, porque la letra prometía encantamiento...
Un saludo.
Lo quité para que no arranque solo, pero tienes el archivo wav en el enlace de "esta maravilla", o sea, acá:
http://h1.ripway.com/Al59reconstituido/Emynennor-Cabezas.wav
(o, partido para que se vea,
http://h1.ripway.com/Al59reconstituido/
Emynennor-Cabezas.wav)
No, no va (pero puede ser cosa de mi ordenador, ojo). :(
Javi: creo que es por el formato de audio (wav). Lo he vuelto a subir, esta vez en mp3. A ver si ahora sí... :-)
¡Ahora sí! Suena un poco a lata, pero se puede escuchar. Melodía encantadora como se prometía para una letra no menos maravillosa. Para cantarles a los niños como una nana.
(En esta misma onda, una recomendación: el cuento ilustrado Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak.)
Un saludo. :)
Ja! que tal, no sabía que había una versión cantada grabada ...
Lindo, y lindos recuerdos.
Acá hay una versión instrumental (mp3 sintetizado) que armé en aquellos lejanos tiempos en acababa de descubrir el cakewalk.
Saludos
Hernán
Cuánto me alegro de leerte, Hernán. Así lo explica Diego Seguí: Inmediatemente después de que Ale González propusiera, a principios de 1999, el primer intento de traducción, Hernán arrimó una melodía en formato midi. Afirmó humildemente que se trataba de una "musiquita boba", que podría servir para "facilitar la lectura del poema". Pero tuvo un éxito inmediato y duradero, al punto que las modificaciones posteriores del texto, incluso hasta el año 2005, se vieron condicionadas por el ajuste de la traducción a la melodía.
Cuando todavía se atrevían, Wally y Hláford, evidentemente argentinos, grabaron sobre la música de Hernán esta versión en estéreo (mp3, 791 KB – bueno, ¡son más de cuatro minutos!). Entendieron que la versión era de taberna, con solistas para los personajes, y la masa de parroquianos sumándose en el quinto verso, al tiempo que levantaban en alto los picheles. Algunos malintencionados solían decir que la versión registrada por Tolkien demostraba por qué se dedicó más bien a escribir, en vez de intentar la carrera lírica. Esta nueva grabación, a falta de otro mérito, servirá al menos para mostrar que el Profesor no estaba solo.
Hernán: me lié en mi respuesta, que obviamente se refiere a El troll de piedra, no a El troll de dos cabezas. Lo adjudico a que he dejado de beber coca-cola... :-)
De todas formas, ambas canciones fueron interpretadas por diego y un servidor.
Wally
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