viernes, 15 de junio de 2007

Love in vain


Una de las técnicas características de la poesía moderna es la eliminación de la anécdota. Se nos cuenta lo que pasa, pero no por qué. Un buen ejemplo es este clásico del blues, grabado por primera vez en 1937. Su autor tuvo una vida accidentada que se ha convertido en leyenda. De Robert Johnson (1911-1938), considerado el padre del blues, se ha dicho que aprendió a tocar la guitarra como alumno del mismísimo Diablo, con quien hizo un pacto en un polvoriento cruce de caminos. Murió muy joven tras apurar un trago de whiskey envenenado, que le había preparado con amoroso odio el dueño de un bar, después de enterarse de que Johnson se entendía mejor que él con su mujer…

Aunque Johnson apenas grabó 29 canciones, en un fonógrafo rudimentario y a cambio de unos pocos dólares, se ha convertido en una referencia fundamental de la música pop. Artistas como los Rolling Stones y Eric Clapton le tienen auténtica reverencia.

Lo que es más: la merece. En este blues melancólico, Love in vain, nos presenta una variante original de una situación eterna. Los amantes tienen que separarse, porque uno de los dos se va. Pero esta vez (contra lo habitual en estos casos) es ella la que ha hecho las maletas.

Aunque en los blues (como en el hip-hop) es frecuente que el hombre se presente como un gallo de pelea respondón, que presume de semental insaciable y camorrista de primera, aquí Johnson se doblega al sacrificio: acompaña a la muchacha hasta el tren, le lleva sus maletas, la ve partir y llora. Todo es claro y sencillo. Sólo al final hay un tropo, una metáfora (¡pero qué pedazo de imagen: the blue light was my blues / and the red light was my mind!).

Por supuesto, no sabemos por qué ella se va: y, para el caso, no importa. La anécdota sobra. Visto de otro modo, queda abierta a nuestra imaginación: ¿quizá es una mujer casada, como aquélla cuyo marido terminaría envenenando a Johnson? ¿Una mujer blanca, tal vez, o de clase social superior?

En cualquier caso, Johnson tiene el valor de colocarse en el lado débil de la relación, el que se queda en la estación viendo partir a la persona amada, congelado por la tristeza y abrasado por la rabia. La electricidad estática de la grabación recuerda el chispear de la lluvia, monótona e inconsolable.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Al: Didáctica presentación, apta para todos los públicos. Hacia tiempo que no escuchaba a Robert Johnson, y este blues me ha sonado más rural, más delta, que otros suyos. Debe ser su temática, sí, que lo hace algo diferente.
Hay una cuestión importante: el papel de padre del blues no se discute (la influencia de R. J. en el rock es anecdótica al respecto) como en el caso de padre del jazz. Aquí hasta payasetes blancos como J. R. Morton repartían tarjetas con el apelativo de 'inventor del jazz'. Demos al cesar...

Anónimo dijo...

Saludos, Al. Saludos, Sr. Verle (mucho tiempo...). O, simplemente, saludos. Porque el tema de hoy me resulta desconocido.
La grabación suena con esa pureza estilística 'de antes'. No es imposible que el diablo (¿o demonio?) haya enseñado a tocar la guitarra a este autor. La toca lo menos posible, como no queriendo abusar del 'pacto'. Lo más clásico que encuentro en él es su sentido de la economía sonora.
Qué tiempos...
Saludos.

Grifo

Anónimo dijo...

*Grifo: El blues suele ser una estructura económica (de tiempo y de sonido, si no fueren lo mismo). Salud.
*Al: Influencias notables en The Animals (1ª época).
Tengo grabaciones de Johnson con "Cross Road Blues" y "Me and The Devil Blues", y otras.
Mire como se las gastaba el amigo:
"Early in the morning, when you knock at my door/I said Hello Satan, i believe it's time to go".

Al59 dijo...

A coger el autobús azul, sin duda (The blue bus / is calling us). Una mitología polvorienta, pero de lo más contemporáneo. Me dan escalofríos si recuerdo El corazón del ángel.