Paseo rozando los acantilados
(canción para muertos)
Ahora soy un acerico,
sucesos largos de contar,
un epicúreo que al pasar
roza la luna con su hocico.
No hay una aguja en el pajar
con que coser mi vida rota;
late mi lengua, gota a gota,
las letanías del azar.
Puede pasar. Es evidente.
Son esas cosas de la gente
que se adormece sin querer.
De nada sirve comprender.
Un espejismo se dilata:
leo las tripas de la rata,
salgo de nuevo a aquel lugar.
Son esas cosas del azar,
un vertedero consonante.
Es la pelusa del diamante:
jugo demónico del mar.
(canción para muertos)
Ahora soy un acerico,
sucesos largos de contar,
un epicúreo que al pasar
roza la luna con su hocico.
No hay una aguja en el pajar
con que coser mi vida rota;
late mi lengua, gota a gota,
las letanías del azar.
Puede pasar. Es evidente.
Son esas cosas de la gente
que se adormece sin querer.
De nada sirve comprender.
Un espejismo se dilata:
leo las tripas de la rata,
salgo de nuevo a aquel lugar.
Son esas cosas del azar,
un vertedero consonante.
Es la pelusa del diamante:
jugo demónico del mar.
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