domingo, 22 de junio de 2008

Lucidario, de Luis Valdesueiro


Los libros de aforismos son un género de lindes contrarias, un café de posos negros, orientales y arcaicos (el hombre es un mendigo cuando reflexiona), bendecido sin embargo por la espuma y su ligereza, siempre inmediatas (acrobacias, tropos, greguerías). No es un camino que haya frecuentado, aunque salí quemado de algunas zarzas: Heráclito, Eclesiastés, Gracián, Nietzsche, Weil, Cioran. También perpetré alguno: con el tiempo lloras menos —pero te vuelves inconsolable.

Debo a la generosidad de Juan Poz un ejemplar del Lucidario de Luis Valdesueiro (Madrid: Poesía, por ejemplo, 1997), oráculo manual cuyo enunciado contiene un juego: se diría que el título evoca en anagrama al autor [Lucidario / Lu(c)i-d-eiro], sellando la correspondencia entre ambos.

De los dos componentes precisos (el otro es la sorpresa), Valdesueiro se inclina por el acervo. Hay poca pirotecnia. El autor logra, en cambio, enfocar lo obvio (siempre borroso) y hacerlo visible.

Más que reseña (paráfrasis), el libro pide una muestra: saludar directamente al lector. En homenaje a las raíces, juego al decálogo:

1. APARIENCIA Y REALIDAD. La apariencia, si engañosa, también es realidad. Por momentos, la única.

2. EL TIEMPO siempre vuelve, no se va; nos arrastra hacia la eternidad sin horas.

3. EL PERDÓN: aceptar que no somos como creemos; creer que los demás no son como son.

4. EL CAPITÁN Ahab, animal herido, persigue infatigablemente a la ballena blanca. Reniega de su libertad en aras de la venganza. A veces encontramos en el odio la fuerza que el amor nos niega.

5. MUJER de Lot: el pasado petrifica.

6. LA MUERTE consiste en sólo tener pasado, todo el pasado del mundo.

7. NIEBLA: el ojo ve lo que nos impide ver.

8. PESE a las altas olas, el mar, en lo profundo, permanece tranquilo.

9. UN AVE cuya gravidez le impidiera el vuelo. Ese es el sino del hombre trágico: vivir relegado a la miseria del vivir.

10. EL MIEDO es, en la distancia, infinitamente terrible. Por eso, cuando rozamos aquello que lo provoca en nosotros, un asomo de verdadera valentía, inimaginable antes, nos sorprende. Tal es el poder de la realidad: disuelve el miedo que pulula en los aledaños de la imaginación y preludia otra cosa. Y, al final, terminamos siendo más valientes en la tozudez de los hechos que en las cárceles de la imaginación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque he buscado un ejemplar no lo he podido encontrar. Saludos.

Juan Poz dijo...

"Y, al final, terminamos siendo más valientes en la tozudez de los hechos que en las cárceles de la imaginación."

Luis Valdesueiro ve con insólita claridad lo obvio, lo que es, lo que nos empeñamos en velar. Nos "desvela", pues.
Casi me avergüenza confesar mi adicción al amigo y al autor, pero, por otro lado, es uno de mis pocos orgullos en esta vida.
Arrímate a los buenos...