lunes, 17 de mayo de 2010

Visión occidental de los genios: de Roma a Disneylandia


No hay dos sin tres. Allá vamos.

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Los genios, por otra parte, no son unos recién llegados a Occidente. El uso de la palabra entraña cierto equívoco: algunos traductores de Las mil y una noches pensaron que los ŷinn que aparecían en esos cuentos se parecían mucho, tanto en el nombre como en sus actos, a los genios de la vieja civilización romana. Así que tradujeron una palabra por la otra, dando a entender que los 'genios' árabes eran parientes de los europeos.

Ahora bien: ¿lo eran? Examinemos los hechos: los romanos llamaban genius (plural genii) a un espíritu invisible, dispensador de fuerza, que acompañaba a todos los individuos (incluidos los dioses), e incluso a las ciudades y asociaciones: para entendernos, tanto el legionario anónimo como el emperador, la ciudad de Roma y el propio Júpiter tenían un genio. Éste personificaba su forma peculiar de ser: indulgere genio, “ceder al genio”, significaba concederse lo que a uno más le gustaba, ser, diríamos hoy, autoindulgente. Te lo juro por mi genio venía a suponer dar la palabra de honor. [1]

Desde el punto de vista psicológico, por tanto, es probable que los romanos hablaran, hasta cierto punto, del genio de cada uno como hoy lo hacemos de su personalidad, su yo o su talante. Pero esta explicación trivializa un tanto el concepto: los genios eran bastante más que una 'imagen de uno mismo'. En algunos detalles, recuerdan a los ángeles de la guarda de la tradición cristiana (que quizá se inspiraron en parte en ellos): cuidan y defienden a la persona o cosa con la que están ligados, y en algún momento se llegó a considerarlos inmortales, identificándolos con los Manes, los espíritus de los muertos. Sin embargo, también esta analogía es un poco engañosa: la energía de los genios no es 'angelical', en el sentido de puramente espiritual, ni desencarnada, sino generadora, fértil, sexual: el genio de una persona participaba en su concepción y presidía sus bodas. De aquí procede la idea moderna de que hay personas (como los grandes artistas y líderes) geniales, dotadas de genio (capacidad de engendrar cosas nuevas, talento) o, por metonimia, genios ellas mismas. Incluso la gente corriente tiene derecho a demostrar cierto genio, cuando reacciona con fuerza contra el intento de los demás de doblegar su voluntad o, sencillamente, se deja llevar por la ira.

¿Hay, entonces, puntos de contacto entre los genios romanos y los ŷinn? [2] Lo cierto es que sí, ma non troppo: en la cultura musulmana encontramos algunos testimonios de la idea de un ŷinn ligado, como el genius o el ángel de la guarda, a cada persona: son los qarins. [3] El qarin suele ser de género opuesto al ser humano al que está ligado. [4] Algunos fenómenos de telepatía tienen su explicación en los qarins: los hermanos gemelos comparten un único qarin, y los qarins de las madres son parientes de los qarins de sus hijos. [5] Los musulmanes introducen el matiz de que la persona debe domar a su ŷinn particular si quiere ser feliz; si lo deja a sus anchas, el ŷinn dominará su vida con sus caprichos y le llevará al desastre. [6]

Este ŷinn personal puede considerarse equivalente al genius latino; pero no es, ni mucho menos, el tipo más habitual: generalmente los ŷinn tienen su propia vida, que sólo se cruza ocasionalmente con la de los mortales. A diferencia de los genii, los ŷinn de Las mil y una noches están a menudo ligados a un talismán o amuleto (o aprisionados en él): es la lámpara de Aladino o la botella u olla donde Salomón encerró a los genios malvados tras derrotarlos. [7] El poder de estos ŷinn es muy superior al de los viejos genii: pueden conceder a quien los domina cualquier deseo (aunque, todo hay que decirlo, por su talante burlón tienen cierta afición a confundir a quien los invoca, como en la tradición occidental suele hacer el Diablo con aquellos que le venden su alma a cambio de bienes materiales).

El ŷinn milyunachesco, y en especial el que aparece en la historia de Aladino, se ha integrado en la cultura occidental. Muchos niños que nunca han leído esta historia tal como aparece en Las mil y una noches la conocen a través de la película de Disney Aladdin (1992) o de otras versiones en dibujos animados o en libros infantiles.

Sin embargo, este ŷinn aladínico no es más que la punta del iceberg: quien lea las historias que contiene este libro se sorprenderá al encontrar ŷinn muy variados, que más que al genio de la lámpara tal vez le recuerden a los demonios de los exorcistas, los duendes o los fantasmas. El apartado 5 nos servirá para ir entrando en materia, en lo que más nos interesa: ¿cómo imaginan los marroquíes de hoy (nuestros alumnos o compañeros) a los ŷinn? Pero antes de entrar en la concepción popular, folklórica, resulta obligado preguntarse por la visión oficial que el Islam tiene de ellos. Veamos.

[1] Para este repaso de los genios latinos sigo la exposición de Pierre Grimal (Grimal 1997 s.v. Genios).

[2] No lo hay, desde luego, desde el punto de vista etimológico, aunque así lo creyera Burton: It would be interesting to trace the evident connection, by no means, “accidental”, of “Jinn” with the “Genius” who came to the Romans through the Asiatic Etruscans, and whose name I cannot derive from “gignomai” or “genitus” (Burton 1994: 10, nota 1). La semejanza entre genius y ŷinn es mera coincidencia, lo que los lingüistas llaman paronimia. Genius deriva de la misma raíz que generación o gen, una vieja palabra indoeuropea que designa la fuerta vital, la fertilidad (de Vaan 2008 s.v. gignō); ŷinn, en cambio, pertenece a una raíz lingüística cuyos significados fundamentales parecen ser los de ocultar, y estar al cubierto por una vegetación abundante (Gil Grimau e Ibn Azzuz 1988: 56). Etymologiquement, le terme djinn considéré comme un dérivé de la racine arabe “jnn”, désigne ce qui est caché, dissimulé au regard; cela correspond d'ailleurs bien à l'idée que l'on se fait de ces êtres qui, le plus grande partie de temps, se dérobent au regard des hommes (El Ghannami 1997: I 80). Significa, pues, “el oculto” (como el nombre de la ninfa que retuvo a Ulises, Calipso). Fueron llamados genios (Yinn) porque son invisibles a la vista humana (Sulaîman Al Ashqar 2003: 25).

[3] Una tradición pone en labios del profeta estas palabras: No existe ninguno de vosotros sin que le sea designado un compañero genio y un compañero ángel (Sulaîman Al Ashqar 2003: 124).

[4] La relación entre la persona y su qarin de sexo opuesto recuerda la tesis del psicólogo C. G. Jung, según la cual la «imagen del alma» (…) se llama anima en el hombre y animus en la mujer: el individuo posee pues la imagen del alma que califica con los rasgos del sexo opuesto (Fedida 1979: 28).

[5] Golia 2004: 171.

[6] Mahoma dio ejemplo convirtiendo al Islam, con ayuda de Alá, a su genio o demonio particular (Sulaîman Al Ashqar 2003: 125).

[7] Salomón, valiéndose de sus poderosos conjuros, obligó a esos genios errantes y anárquicos a alistarse bajo su servicio y a realizar una obra de utilidad social, de explotación y beneficiamiento de las riquezas naturales de los cuatro elementos, distribuyéndolos en equipos de lo que podríamos llamar obreros cualificados, mineros, buzos, canteros, etcétera, encargados de aportarle cada cual tesoros de sus respectivos dominios, oro y demás metales preciosos, perlas, perfumes, etc., y de cooperar de esa suerte a la obra que sus otros equipos de trabajadores humanos —albañiles, carpinteros, herreros, etc.— llevaban a cabo con miras a la construcción de un templo de Jehová en Jerusalén, ese primer ejemplo de una confederación de trabajadores al servicio de un vasto plan (Cansinos Asséns 1961: I 335-336; v. también 360-362). Para la visión islámica de Salomón, v. Sulaîman Al Ashqar 2003: 75-78. El poeta Gerard de Nerval da una versión iconoclasta de la leyenda, nada complaciente con Salomón, en «Historia de la Reina de la Mañana y de Solimán, Príncipe de los Genios» (Nerval 2004).

2 comentarios:

Auri dijo...

Quizás me adelante a futuras entradas, seguramente, pues te veo con el timón en mano, viento en popa y a toda vela. Pero no puedo dejar de acordarme de los germanos y de sus seres mitológicos, de sus seres naturales, de los elementales que pueblan el Ygdrassil, allí encontramos todo tipo de seres creados para ayudar a cada elementos en sus actos y también duendes de lo más diverso, buenos o malos y que se comunicaban especialmente con brujas y magos. Como sé que te gustan las citas te dejo esta de Goethe, que sin duda conoces pero que nos viene que ni pintado:
Para encontrarnos primero con el animal
necesitáis la Sentencia de los Cuatro.
Las salamandras deben estar candentes, las ondinas enroscarse, las sílfides desaparecer, los duendes esforzarse.
El que no conoce los Elementos
su fuera y sus propiedades,
nunca será maestro de los espíritus.

Al59 dijo...

Bachelard me convenció, hace muchos años, de que la poesía tiene su cosmología propia, en la que siguen reinando los cuatro elementos. Y, con ellos, los elementales.