domingo, 17 de octubre de 2010

El ron del Edén


Nunca se sabe dónde sopla el aire. El otro día, haciendo zapping, fui a parar a Intereconomía, que es algo así como el Tea Party español, con zarajos en vez de pastas. Pues bien, ahí estaba: Viento en las velas, una película genial de Alexander Mackendrick, de la que nunca me habían hablado. Anthony Quinn es el capitán Chávez, un pirata entrañable e inepto que aborda un barco que va de Jamaica a Inglaterra. Con el cargamento se le cuelan unos cuantos arrapiezos que le hacen la vida apasionante e imposible, en una secuencia de acontecimientos de los que pocos, si alguno, pasarían hoy la criba de la corrección política: negros e hispanos supersticiosos y primarios, niños que pasan una tarde inolvidable en un burdel, piratas borrachos que bajan a la bodega a buscar a la mayor de las niñas para que les haga un bailecito en cubierta.

La historia me pareció tan buena que sospeché un libro aún mejor en la trastienda. Lo hay: Huracán en Jamaica, de Richard Hughes. El texto se suele vender como un precedente de El señor de las moscas, por la visión nada ingenua que da de la niñez. Hay cierta semejanza, pero la novela de Golding es un apólogo, y la de Hughes avanza sin brújula, sensible al encanto de las mareas. Hughes recuerda las ambigüedades y puertas abiertas de la niñez con una exactitud nada frecuente. Un suponer:

Durante esa media hora, Jonsen [el capitán pirata; Chávez, en la película], que seguía al timón, no dijo ni palabra. Pero su irritación acumulada estalló al fin:
—¡Eh, vosotros! ¡Ya está bien!
Los niños lo miraron con estupor y desilusión.
Hay un período en las relaciones de un niño con cualquier adulto que esté a su cuidado; este período discurre entre el momento en que lo conocen y su primer reproche, y sólo puede compararse a la inocencia primordial del Edén. En cuanto tiene lugar el primer reproche, el Edén ya no puede recuperarse.
Jonsen acababa de ponerle fin.
Pero, no contento con eso, seguía parloteando con rabia:
—¡Dejadlo! ¡Dejadlo! ¡Dejadlo ya!
(Por supuesto, los niños ya lo habían dejado.)


2 comentarios:

j. dijo...

¡Esas viejas pelis de piratas! Qué buen recuerdo de El temible burlón. Y cómo me gustó en su dia Piratas del Caribe (la primera, sobre todo), que recuperaba es espíritu de juego y aventura propio del género... A ver si la pesco yo también algún día en un zapeo, que lo que redobla el gusto es encontrarlas inesperadamente...

Un saludo. :)

Al59 dijo...

Un saludo, Javi. Estoy con la novela de Hughes, que es una maravilla. Muy inquietante. Más que la película, que ya es decir.