sábado, 23 de octubre de 2010

Historias del teléfono (II)


Intento sorprenderme. Descuelgo el auricular de mi teléfono analógico y me llamo a mí mismo. Pero cuelgo el auricular justo al acabar el repique de mi último número; y un segundo antes de que la llamada avise a la central para que me la devuelva.
Se trata de un teléfono analógico, un tipo de aparato hoy en desuso. Telefónica ha vetado el progreso de la red en el sector oeste de la ciudad. Y pienso aprovecharme.
Y mi llamada vuelve a mí; y el teléfono se sacude, con su grillo electrónico enlatado.
Descuelgo y oigo mi propia voz que me pregunta:
—¿Quién es Vd.?
Y yo le contesto:
—Más bien, soy yo el que tendría que preguntárselo. Vd. me acaba de llamar.
—¿Qué está diciendo? Es Vd. el que me acaba de llamar a mí.
—Comprendo. Pero es que yo me había llamado a mí mismo.
—No le entiendo. ¿Qué está diciendo Vd...?
—Nada extraño, créame. Es un problema del teléfono. Vd. usa, como yo, un antiguo aparato analógico. Ya no se instalan.
—¿Con que un problema del teléfono....?
—Y, además, comparte Vd. conmigo el mismo número...., el 7000102, etc, toda una chuleta memorística. ¿Qué le parece ahora....?
—Que Vd. es un loco. No tiene gracia.
—No soy un loco.
—Entonces, ¿quién es?
—Soy Vd. mismo.
—Deja de interesarme....
—¿Por qué...? Nos encontramos en la mejor de las condiciones para conversar, libres como estamos de atracciones fatales.
—Lo suyo suena a esquizofrenia de lo más normal, si es que sé algo.
—Vd. sabe exactamente lo mismo que yo. Y yo, lo mismo que Vd.
—....pero sepa, por si le interesa, que yo soy solamente yo y no una copia suya. He terminado.
—Espere, por favor. ¿Cómo puede Vd. decir que es distinto de mí cuando los dos hablamos con la misma voz?
—¿Con la misma voz....? Pues sonará así en su alucinación. Lo siento.
—Píenselo: Si Vd. es otra persona, ¿cómo es que sé de Vd. lo que nunca ha contado a nadie....?
—No me impresionan los prestidigitadores. No lo intente.
—Por ejemplo: Vd., para llamar al sueño, acostumbra a imaginar que se tiende sobre una duna de arena y se entretiene contando granos. Y, a veces, teme resultar aburrido. ¿Sigo aún....?
—Déjelo. Ya le he dicho que no iba a impresionarme.
—Tampoco le impresionará saber que vivo, exactamente, donde Vd., Los Azores, 381, y que ocupo el mismo lugar que Vd.
—Vd. es un maníaco persecutor y tendré que avisar a la policía.
—Perfecto: avíselos y dígales que le han llamado desde el número 7000102, etc, y observe atentamente las reacciones.
—Esto es absurdo.
—Correcto. Lo absurdo es que Telefónica nos mantenga aún con una tecnología tan anticuada. Vd. va a tener que pagar una llamada que yo le he hecho.
—Creo, más bien, que quien la va a pagar va a ser Vd.
—Pero yo no he llamado fuera de mi número. Por lo tanto, yo no he llamado. Y la llamada real que está sucediendo, sucede por Vd., que es el que paga.
—Hace ya tiempo que Vd. me viene molestando. Voy a dejarlo.
—Pero, ¿de qué se preocupa, hombre? Ni Vd. ni su factura telefónica son del todo reales. No se queje tanto. Sepa que Vd. no existe fuera de la red del cable. Vd. no es sino mi yo desdoblado en un teléfono antiguo.
—¿Y Vd. me dice a mí que no existo....?
—Así es.... Sólo hay uno.... Y cuando cuelgue este auricular, Vd. se disolverá en una corriente eléctrica.
—Por favor, cuelgue ahora mismo ese auricular. Si no lo hace Vd., lo haré yo.
—Está bien. Pero acepte, al menos, este reto. Después de haber colgado, salga al portal de su vivienda. Los dos vivimos en la misma casa. Y los dos vamos a salir. No proteste ni me siga insultando. Salga y compruebe que no había nada que comprobar.
—Su estupidez ha logrado sorprenderme al fin.
—Gracias. Es lo que me había propuesto.
—Pues lo acaba de conseguir. Adiós.
—Adiós.

Y cuelgo el auricular y sigo siendo yo sin más problemas. Y no salgo al portal de mi vivienda. ¿Para qué, si sé que sólo era yo mismo y que sólo había uno...?
Y, entonces, suena el grillo enlatado del teléfono; descuelgo y mi propia voz me sorprende y me dice:
—Con que haciendo trampas...

Y me toca pagar esta última llamada.

(Antonio Hernández Marín, 30-8-2001)

2 comentarios:

javi dijo...

Están realmente bien estas dos últimas historias... El diálogo ágil, el tono de misterio amable... Muy buenas.

Isa Leal dijo...

Yo tengo una historia también de llamarse a uno mismo...(http://mundosperifericos.wordpress.com/2009/07/29/llamar/). Es que el teléfono da mucho juego. Ya lo puedo añadir a mi monográfico temático para clase de español de teléfonos y móviles, junto a los de Millás, al que le encanta también el tema.

Las historias de Antonio son siempre buenísimas.

Saludos albaneses!