miércoles, 20 de octubre de 2010

Llegan las águilas


Un círculo y en su centro un círculo... En mi ejemplar de Poesía antigua, de Agustín García Calvo, encuentro fotocopiado un artículo del maestro sobre las peripecias gramaticales y filosóficas del sujeto, creo que incompleto; y cuando voy a guardarlo de nuevo me doy cuenta de que hay más: unas líneas finísimas, fáciles de ignorar, al dorso del penúltimo folio. Es la letra de Ana Leal, desde luego, y, aunque afines a los de GC, los versos, que no recordaba, parecen ocurrencia suya (no recuerdo ejemplo de pareados con rima consonante en el corpus calvus). Expuestos quedan.


Si después de llorar has de vivir
y tus lágrimas fueron de morir
y no mueres, por ser flexible acero
la astucia oculta de tu amor entero,

y si escondido llamas desleal
a memoria que mata, y no es cabal
tu olvido, y te combaten sin figura
recuerdos que no quieren sepultura,

y si te salen sombras al camino
reclamando lugar en tu destino
y recelo que tras de ti se esconde
a angustiada pregunta no responde,

y ni sabes de voces sin palabras
que te piden albergue, y que no abras
dice el miedo a espantar la certidumbre
que anida en peñas de insegura cumbre,

no estás vivo ni muerto, sino en trance
de morir y nacer, y no hay avance
posible si no mueres por completo
una vez en tu vida, sin secreto

para nadie que viva en tu interior
con el diáfano rostro del amor,
y si muriendo así no lloran ellos
en silencio, no lágrimas, destellos

que iluminen tu gracia moribunda
y con su luz eviten que se hunda
en rencoroso lago de no ser
tu esperada figura y el quehacer

que te cumple. Y yo te enviaría
mis águilas después de tu agonía.

2 comentarios:

Gharghi dijo...

Esta mujer escribía maravillosos versos. A saber si aún hoy sigue estando en modo de seguir haciéndolo.

Al59 dijo...

Ahora los hará aún mejores, sin duda.