martes, 12 de abril de 2011

Moda de las muchachas asesinadas


A veces siento que los amigos ausentes quieren hablar. Así ahora Antonio (Hernández Marín) sobre el tema de las mujeres maltratadas (y a menudo asesinadas) en canciones o poemas, siempre en medio de un cierto glamour que atenúa lo odioso de la escena. Esto escribió él en su día en el blog de Félix de Azúa:

MODA DE LAS MUCHACHAS ASESINADAS

Sin que las feministas o, simplemente, las mujeres, hayan protestado jamás, que yo sepa, entre nuestros poetas más cercanos en espacio y tiempo viene divulgándose el tema del maltrato a mujeres, siempre desde un contexto erótico, plenamente asumido y entendido como derecho natural de la libertad creadora, y tal y cual, etc... No niego que cualquier escena de horror límite pueda ser obra de arte. Depende sólo del artista. Lo que vuelve sospechoso el fenómeno es cuando se convierte en una moda. No es posible andar matando, o violando, por el capricho de una moda. Difícilmente podrían admitirse como obras plenas de arte todas las ocasiones de asesinatos a que la moda dé lugar. Tal vez algunos sí; otros, no.

Como síntoma social no deja de tener relevancia. Tras el empacho del Romanticismo, que se prolonga en el Cine hasta la mitad del s. XX, con su ideal azucarado, viene una sensibilidad desgarrada y metálica, que se complace en las series negras y en el sutil atractivo de las chicas asesinadas. No pretendo exponer la solución de este problema. Ya me gustaría poder exponer, siquiera, el problema. Porque problema hay. Lo hay desde el momento en que se generaliza el tema, se trivializa y degenera en la truculencia del peor gusto.

Veamos, por citar, unos pocos ejemplos (demasiado pocos; pero flotan, en la memoria de cualquier lector, tantos y tantos más...):

De Gimferrer, La muerte en Beverly Hills, 1967:

En las cabinas telefónicas
hay misteriosas inscripciones dibujadas con lápiz de labios.
Son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias
que con el escote ensangrentado se refugian allí para morir...

Versos inmortales, de pura música, de dulce compás, sobre los que airea una brisa modernista, irónica, nueva y de siempre. El poeta no las mata aquí en el colmo de un dramón para padres de familia. Las mata por estética, porque está 'bien', queda más cínico, más desgarrador y más suave... Los versos son demasiado bellos; parecen haber salido de raíz. El lápiz de labios combina con el escote ensangrentado. Y las chicas, con toda seguridad, van vestidas de rojo.
Hay arte, dominio de la escena. Porque se trata de la primera vez. Y los versos suenan con la frescura de entonces, en la era del pop de fresa. Después... el tema no puede sino degenerar.

De Ferrer Lerín, Ciudad Propia:

Crucé la habitación y hallé desvanecida a la mujer de mi amigo. Tuve el valor suficiente y registré sus prendas más íntimas: no llevaba nada que me interesara. Luego, en la cama matrimo­nial, la poseí: no volvió en sí hasta el final. Me miró y dijo: “Soñaba precisamente en ti”. Me separé y, tranquilamente, busqué, entre mi ropa desparramada, el tacto suave del arma. Sólo un disparo, y el vientre adquirió la rigidez precisa: descargué sobre la muerta, una lluvia de golpes, y no concluí hasta que su piel tomó un color harto desagradable. Odio el amarillo.

Es tan desagradable como misterioso. Nos lleva hasta los límites. Su rareza, la sensación de extrañeza que logra desprender, mantienen este 'texto', poema, o lo que sea, por encima de modas y circunstancias (aunque sea cierto que también forme parte de ellas y las refleje). Puede no gustarnos; podremos lamentar que el arte se haya ido a fijar en un objeto tan poco gratificante. Pero el arte puede hacerlo. Sólo depende, como siempre, del artista. Y, aquí, el artista lo ha logrado. Aún así, le aconsejaríamos que visitase este blog y refinase sus construcciones verbales: Se dice 'sueño CONTIGO' (como se dice 'pienso en ti'). Y ninguna licencia poética puede contra la regla de naturalidad del lenguaje. Le pongo una multa.

Luis Alberto de Cuenca, La Vida en llamas, XXVII Premio Ciudad de Melilla, 2006:

La Mujer sin Cabeza

Encontré tu cabeza en el lavabo.
No perdí yo la mía. Marqué el cero
noventa y uno. 'Policía al habla',
dijo una voz cansina al otro lado
del teléfono. Dije: 'Yo no he sido,
pero hay una cabeza de señora
recién decapitada en mi lavabo'.
'No toque nada. Vamos para allá.'
Colgué. Tenía sólo unos minutos
para hacer lo que debe hacer un hombre
que quiere a una mujer cuya cabeza
ha sido seccionada limpiamente
del resto de su cuerpo de un hachazo:
besar tu boca, que por vez primera
en muchos años no me torturaba
con su insípida charla, darte un breve
pellizco cariñoso en la mejilla,
decirte adiós e ir a pegarme un tiro
antes de que llegasen los maderos.

El mítico e incomparable Luis Alberto, artífice supremo, maestro de elegancia, de la línea, detalles y conjunto. De acabado perfecto. Revelación progresiva de la trama, avance bien mantenido, sorpresa final. Toda una historia de la serie negra resumida en una escena en la que cada verso ocupa su lugar.

Sin embargo, la maestría formal (que Luis Alberto tenía ya en los talones al escribir este poema) no puede ocultar cierto vacío en los planteamientos. Es que no hay planteamientos. La mata porque sí, porque era suya, por nada, por una moda repetida ad nauseam. El planteamiento bebe de las mismas fuentes que el primero de los ejemplos citados (Gimferrer). El autor también la mata aquí por estética. Sólo que ya no alcanza a conmover ni por su cinismo, crueldad, extravío, etc... Y el poema acusa la truculencia de una escena de género de asesinato en los lavabos (y tampoco nos deja entrever si el autor se ha suicidado o lo han pillado a tiempo; y cómo podría haber escrito el poema en caso contrario; coherencia por la que no deberíamos preguntarnos, ya que el poema no la ha buscado). Es porque el género se ha vuelto viejo.

Por favor: dejen de asesinar mujeres (que quienes puedan lo digan de mi parte a cualquier autor que encuentren: —Deje Vd. de asesinar mujeres en sus guiones).

No creo que Félix de Azúa haya jamás asesinado a ninguna mujer por moda y costumbrismo. Creo que lo habría encontrado primitivo e irracional (pero puedo equivocarme; aquí hay gente muy leída: me gustaría saber si existe algún ejemplo en Félix).

Yo también lo creo así. ¿Cuestión de gustos...?

Saludos.

Grifo

4 comentarios:

Al59 dijo...

Abundando en lo que señala Antonio, no sé si será de Luis Alberto de Cuenca la letra de esta canción de la primera Orquesta Mondragón, sobre lo guay que es matar a un grupo de peluqueras.

Al59 dijo...

Ésta es de LA, creo que del mismo disco dce la OM, y con el mismo fantasma del poema que cita Antonio: mujer asesinada en el baño. (El poeta es fiel a sus hallazgos y obsesiones. Lo de que la herida le latía en el hombro como otro corazón creo que aparece tal cual en un poema de 'La caja de plata'.)

Ferrer Lerín dijo...

Es cierto, lo correcto es "sueño contigo" y no "sueño en ti" que es un catalanismo (el texto es de 1965y yo aún vivía en Barcelona). Lo que sucede es que "soñaba precisamente en ti" resulta más eufónico que "soñaba precisamente contigo" y esta quizá sea la razón por la cual ningún corrector lo ha tenido en cuenta: por ejemplo en los libros "La hora oval" (1971), "Ciudad propia" (2006) y "Papur" (2008).

Al59 dijo...

Insigne lector: los errores que se pueden corregir siempre son errores menores. En esto, me recuerda el proceder de Antonio al del jurado de una tesis que, al mismo tiempo que alaba el trabajo a juzgar, no deja de poner algún reparo para que se vea que conserva en forma la capacidad crítica. Siento mucho, de todas formas, que Antonio, que nos dejó hace un tiempo, no pueda responderle. Sé que le habría hecho muy feliz tener la oportunidad de hacerlo.