Como la parte oscura de un kiwi
la vida se condensa, se aturulla,
se agrieta, nos pregunta, nos agrede.
¿Algo más que añadir? Y un mirlo pasa
volando (cien quizás) y su negrura
deja sitio a otro sol, que como un kiwi
no siempre luminoso
se parte, se regala, se hace eterno.
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