domingo, 2 de febrero de 2014

Días lúdricos y geniales


Creo que no es muy frecuente escuchar contrapunto en piezas de música modal. Por consejo del maestro Aníbal (al que no sabría decir cuánto le debo ya; y eso que pago puntualmente mis mensualidades), he intentado explorar esa vía en esta pieza, que fluye por el que quizá sea el modo 'exótico' más frecuentado hoy, el dórico. El oyente curioso lo reconocerá dondequiera que aparezca, lo mismo en Thriller que en Scarborough Fair, por el sonido arcaizante de su sexta mayor (la nota si, si tocamos en re menor dórico); pruebe a tocar las teclas blancas del piano de un re a otro re y ahí lo tiene, intacto y dispuesto a todo.

La pieza está pensada para una flauta y un clarinete; o esos mismos instrumentos pasados por la mente lúcida de un melotrón.

(El título lo he tomado de una obra curiosa, no muy conocida, de Rodrígo Caro. En este libro, pionero de los estudios de folklore, recoge Caro los juegos infantiles que conoció de niño, a finales del siglo XVI. Hay algo en la sonoridad del modo dórico que remite a las fuentes de la infancia.)





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