sábado, 17 de diciembre de 2005

Alba de la endemoniada


Me tiras de la lengua: su sangre quieres ver.
Exiges que repita mi falso testimonio:
de qué modo y manera sentí al atardecer
vagar sobre mi pelo la mano del demonio.

No declaró su nombre, ni yo miré quién era:
el que no espera nada no pone condiciones.
Necesitaba un sueño. Pasé la noche entera
velando en una niebla florida de canciones.

El uno soñó al otro con ojos bien abiertos.
Temblando envejecimos. Remota la manzana
del sol ardió en la boca del reino de los muertos.

Comida de gusanos, la Luz entró en el piso.
—Comed todos de ella —decía la mañana.
Miré y se había ido. Con Él, el paraíso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vale que para decir algo tan simple quizá fuera mejor estarse calladito, pero vaya peazo de poema, chache

Hobbes

Al59 dijo...

I've rendered them speechless —he vainly thought. Gracias por quebrar el hielo.