jueves, 9 de febrero de 2006

Soberanía


De Hermes a Zeus, siguiendo la semana, y largo lo que le toca. Un Dios Padre, Todopoderoso —y, sin embargo, de Atenas a Jerusalén, lo que ha cambiado el cuento.
Zeus no es un señor de los ejércitos. Es el Gato Grande, fuerte (el que más) pero no es La Fuerza (patrimonio de Ares, ese dios camorrista al que con gusto expulsaría del Olimpo).
Del mismo modo, Zeus garantiza la justicia, más intuitiva que formal —pero nadie se lo imagina redactando, cual leguleyo celeste, tablas de mandamientos.
Zeus ama a los seres humanos, y lo demuestra sin retóricas ni gazmoñerías, fornicando con ellos e implicándose en sus cuitas.
Apasionado y perezoso, muestra en eso su raza leonina. Ver en él Voluntad o Indolencia está igualmente justificado, lo que demuestra lo errado del intento. Lo suyo es otra cosa: la capacidad de tomar decisiones y cumplirlas, movida por un deseo que no admite un no por respuesta. Cuando ese deseo falta, Zeus es apenas un abuelo al que es fácil, mediante mimos, arrancarle dinero para chuches. Ártemis, Atenea, Tetis y la propia Hera lo saben perfectamente.
Como todo ser numinoso, Zeus es en rigor inconcebible e irrepresentable ( efecto Sémele: verlo cara a cara, como al Dios Vivo del Éxodo, es morir). Sin embargo, a diferencia de otras deidades peor humoradas, jamás ha hecho sangre del tema ni le ha dado mayor importancia. A nadie le ha complacido tanto que lo representaran, que resonara por doquier, con consonantes y vocales, su nombre, transparencia infinita, una especie de caramelo de luz que jamás empalaga.
Perder a Zeus (nunca del todo) ha sido perder la realeza como excelencia, la autoridad que no se apoya en otra cosa que en su propia pujanza seductora. Así, aún, Alejandro Magno y quizá César o Harún Ar-Raschid —pero tras ellos, sólo una larga ristra de don nadies adosados al trono, más ricos en titulación y aduladores profesionales cuanto más insignificantes e intercambiables. (Eso y el colmillo torcido de los psicópatas, carne de Ares: Busiris, Mussolini, Stalin, Hitler).
Zeus es dios del poder, sin duda: dios de la posibilidad, de la capacidad, del querer y lograr. Poco o nada que ver con el Poder como dominio sobre súbditos o esclavos, la Sumisión, el sadomasoquismo en definitiva.
Su retiro (por usurpación) nos deja un asiento vacío: la obligación de la anarquía, que es añoranza del rey perdido y odio de cualquier simulacro. A falta de alguien que encarne convincentemente la grandeza, sólo la asamblea de los iguales nos permite vislumbrar, alternativa y fugazmente, su presencia en aquéllos que aciertan a entusiasmarnos. Quien medita su voto, husmea su rastro aún caliente.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me gusta esa imagen de la anarquía (o la democracia) como nostalgia del rey perdido que se marchó "in illo tempore". Desde entonces, en el mejor de los casos, sólo manda el senescal de Gondor -que ya sabemos como acaba-, y en el peor, el tirano Little John mientras el justo y legítimo -en el cuento- Ricardo se ha marchado eternamente a las Cruzadas.

Desde entonces, todo señor es como la imagen falsa de Mahoma (etc), y toda veneración del poder, idolatría.

Lo cual, por supuesto, no nos impide vislumbar a Júpiter fluir ocasionalmente en cualquiera -o en uno mismo-, soplando como le da la gana cual Espíritu Santo. Si la partida del príncipe es eterna, también lo es, paradojicamente "el retorno del rey", mito escatológico de los últimos tiempos que no sucede en un pasado remoto sino en un futuro que nunca llega, y, por consiguiente, al estar fuera del tiempo puede pasar todos los días. Afrodita puede aparecer por la imagen de Pigmalión, sin serlo. Atentos, por tanto al mendigo, que no todo oro reluce.

Anónimo dijo...

Otra cosa que se me ocurre, sin menosprecio del anarquismo místico, que diría don Fermín, es que, por otra parte, la Asamblea, como el Rey, también es un personaje mitológico, y también puede haber discrepancias entre la asamblea mitológica y la de carne y hueso (Cfr. lo que hablábamos de los ideales). En las Asambleas de verdad no siempre brilla el Rey y a veces lo hace el Tirano (incluso sin ninguna imposición formal, jurídica u organizativa).

Por ejemplo, en el cristianismo primitivo, la Asamblea es la Ekklesia local (¿eso significa Ekklesia, no?). Luego está la Asamblea Universal, es decir, la Iglesia Católica, que como personaje mitológico es una, santa y católica (universal). Tenemos la leve intuición de que en el mundo real hay muchas iglesias, no una, y puede cuestionarse su "santidad" y universalidad.

Lo mismo pasa con cualquier organización "democrática" de hoy en día (e.g., un sindicato). Teóricamente, el órgano máximo es una Asamblea como entidad metafísica, construida idealmente y reconstruida parcialmente, cuya voluntad general (o cuya voluntad de todos, no sé muy bien) es gestionada por líderes que a su vez son gestionados por otros. Y a veces la propia Asamblea gestiona los intereses de otros númenes de orden superior como la Clase Obrera, la Humanidad o lo que fuera.

Con menores niveles de complejidad organizativa (que es donde pueden aparecer asambleas sin gestores), el usurpador está también al acecho en asambleas de todo tipo (no sólo en las organizaciones presuntamente asamblearias, sino que pensemos, por ejemplo, en una familia).

Así, las formas organizativas concretas pueden ser importantes o interesantes, pero a mi juicio más importante es la actitud, la toma de posición -de ahí el anarquismo místico-, el reconocimiento (por supuesto, no literal) de que el Rey se ha marchado y volverá; de que la Asamblea se ha descompuesto pero volverá a unirse.

Anónimo dijo...

Me gusta la imagen de Zeus como poder creador, capacidad de hacer; lejos del poder como esclavizador de otros. No sé si un himno homérico me hubiese vuelto a Zeus tan agradable como éste. Sobre todo, si además se trata de un caramelo de pura luz, de los que no empalagan. El león de la viñeta comenta perfectamente el texto, como de un Zeus en pijama, casi adorable.
saludos.

Grifo

Al59 dijo...

Durante varios años decisivos, en la procelosa EGB, mi mejor amigo fue Miñambres (o Viñambres, como solíamos disimilarle), el chico más fuerte de la clase. Era un chaval hercúleo, con un corazón de oro. Curiosamente, es la única persona con la que me he peleado a tortas en mi vida, por alguna rima chistosa que perpetré con su apellido. Fue junto a la fuente del patio, quizá para que no tuviera que ir muy lejos a limpiarme la sangre de las narices.
Miñambres fue para mí, a su tosca manera, como Demian para Sinclair. Él no se metía con nadie, pero tampoco nadie osaba buscarle las cosquillas. Para mí, que siempre fui esmirriadillo y de lengua afilada, su amistad suponía un seguro gratuito.
Releyendo lo que Antonio (¡admirable!) y yo mismo hemos escrito, me he acordado de repente de este chaval, del que la vida me separó luego por completo, pero que sin duda me ha ayudado mucho a entender lo que Zeus representa. Como él, Miñambres tenía un sentido elemental pero innegociable de la justicia, y las pocas veces que le vi meterse en líos fue en defensa de algún compañero débil (como yo mismo) al que los abusones de turno intentaban dar caña.
Como profesor, he tropezado también con algún Miñambres, aunque no abundan tanto como quisiera. Son líderes naturales de su clase, aunque suelen ser pésimos alumnos (repetidores), de familia humilde y trabajadora. Fluyen de la ESO a Garantía Social o algún módulo de FP, y cuando encuentran acomodo correcto demuestran valía académica. El padre de Miñambres, lo recuerdo, votaba a Fraga porque estaba convencido de que llevaba el Estado en la cabeza. Yo pienso muy otra cosa, pero admiro su porqué: es una de las pocas personas que he conocido que votaba por admiración sincera —por filia y no por fobia.

Al59 dijo...

Como de costumbre, Antonio, captas a la perfección lo que quería decir (incluso cuando no acierto mucho a explicarme). Tu segundo texto pone, además, en perspectiva mi visión, en lo que peca (lo admito) de optimista. Efectivamente, ni siquiera en la asamblea gana siempre el argumento mejor y más limpio. Ares también está ahí, con sus hijos Temor y Miedo. Está la celosa Hera, con su collar de agravios, y Dioniso seduciéndonos en un momento mágico con alguna ocurrencia tan brillante como extrema y (pasado el subidón) baldía o contraproducente. Quizá Zeus necesita siempre un Hermes que, como eficaz secretario (barro para casa...), aporte al debate frialdad técnica y recorte los flecos de las malas pasiones y la truculencia retórica.

Al59 dijo...

Amigo grifo: un león en zapatillas, sí. Me alegra que *podamos* compartir esta visión del poder, que además es su entraña etimológica: capacidad de obrar, aptitud. Que no falte.