Dada la calaña de los que atacan la idea de república en general, y nuestra Segunda República en particular, sentirse republicano resulta inevitable por mera respuesta inmunológica. Son años asistiendo al lavado de cerebro de los niños con concursitos (pinta a tu rey), soportando con incredulidad en los periódicos la censura sistemática sobre los negocios y putiferios borbónicos y manteniendo con nuestros impuestos a esa casta de cabezas huecas incapaces de leer sin errores (de redactar ya ni hablamos) el más sencillito de los discursos.
Cuando encima pretenden asustarnos con el Coco, prometiéndonos el caos y el rechinar de dientes si pedimos algo tan sensato como elegir por sufragio a quien ha de representarnos, sólo queda felicitarles por haber apartado al fin la careta. La transición era esto, oiga. O transiges o te enteras.
Pero es que hay mejores razones. Uno podría encontrarse republicano (y deuterorepublicano en concreto, por así decir) sólo por esta
anécdota contada por María Zambrano sobre el 14 de abril en que se proclamó la República luego desventurada. (...) Estaba María con su hermana Araceli en la Puerta del Sol, ya a la caída de la tarde. Un hombre con camisa blanca, fosforescente casi bajo un reverbero, abrió los brazos (repitiendo sin saberlo la trágica imagen goyesca) y lanzó un viva a la República, seguido de otro viva a España, algo más inusual como explica Zambrano: «Después la han nombrado mucho; nosotros no la nombrábamos, pero no porque fuésemos antipatria, sino todo lo contrario, porque la dábamos por supuesta. El caso es que, abriendo los brazos, el hombre de la camisa blanca lanzó un grito que andaba buscando y que al fin le salió: "Y muera... pues ¡que no muera nadie!". Y gritó por tres veces: "¡Que no muera nadie! ¡Que viva todo el mundo! ¡Que viva la vida!"» (Fernando Savater, Mira por dónde).
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Eso decíamos ayer. Con el esquema de once mil artículos de Vargas Llosa, añadiríamos: si los ciudadanos de Francia y Alemania no necesitan un monarca que los tutele, ¿por qué se supone que nosotros sí? ¿De verdad somos ciudadanos de segunda, necesitados aún de esta rémora o incapaces de liberarnos de ella? Que a nuestros padres o abuelos no les quedara otra que tragarse el sapo, ¿nos obliga a nosotros y a los que vengan a desayunárnoslo indefinidamente? ¿Contiene la Constitución la Verdad Revelada? ¿Impide alguna tara genética a los Borbones ganarse la vida honradamente?
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Sin Rey vivía, libre, independente
el pueblo de las ranas felizmente.
La amable libertad sola reinaba
en la inmensa laguna que habitaba;
mas las ranas al fin un rey quisieron,
a Júpiter excelso lo pidieron;
conoce el dios la súplica importuna,
y arroja un Rey de palo a la laguna:
Debió de ser sin duda buen pedazo,
pues dio Su Majestad tan gran porrazo,
que el ruido atemoriza al Reino todo;
cada cual se zambulle en agua o lodo,
y quedan en silencio tan profundo
cual sino hubiese ranas en el mundo.
Una de ellas asoma la cabeza,
y viendo la real pieza,
publica que el Monarca es un zoquete.
Congrégase la turba, y por juguete
lo desprecian, lo ensucian con el cieno,
y piden otro Rey; que aquel no es bueno.
El padre de los dioses, irritado,
envía a un culebrón, que a diente airado
muerde, traga, castiga,
y a la misma grey al punto obliga
a recurrir al Dios humildemente.
«Padeced, les responde, eternamente;
que así castigo a aquel que no examina
si su solicitud será su ruina.»
el pueblo de las ranas felizmente.
La amable libertad sola reinaba
en la inmensa laguna que habitaba;
mas las ranas al fin un rey quisieron,
a Júpiter excelso lo pidieron;
conoce el dios la súplica importuna,
y arroja un Rey de palo a la laguna:
Debió de ser sin duda buen pedazo,
pues dio Su Majestad tan gran porrazo,
que el ruido atemoriza al Reino todo;
cada cual se zambulle en agua o lodo,
y quedan en silencio tan profundo
cual sino hubiese ranas en el mundo.
Una de ellas asoma la cabeza,
y viendo la real pieza,
publica que el Monarca es un zoquete.
Congrégase la turba, y por juguete
lo desprecian, lo ensucian con el cieno,
y piden otro Rey; que aquel no es bueno.
El padre de los dioses, irritado,
envía a un culebrón, que a diente airado
muerde, traga, castiga,
y a la misma grey al punto obliga
a recurrir al Dios humildemente.
«Padeced, les responde, eternamente;
que así castigo a aquel que no examina
si su solicitud será su ruina.»
Tolkien distinguía la alegoría, que obliga a una lectura unívoca de la obra, de ese otro componente digamos ejemplar que invita a establecer analogías o aplicaciones entre el contenido de una historia y una serie no cerrada de hechos reales que la recuerdan. En el caso de la fábula de Samaniego, eco de otra esópica, está claro. Ya puestos, aquí va un término cualquiera de la serie.
2 comentarios:
Este de la rana, ¿ya lo habías puesto o me suena de otra parte? En todo caso está muy logrado. :)
Por mi parte, aun pensando que con República o sin ella las cosas no serán sustancialmente distintas, si diré que la intocabilidad del Rey, su Casa y sus Cosas me repatea la barriga. Si un libro le acusa de golpista, ese libro es retirado o se le impide circular; esa misma acusación -y sin entrar en ninguno de los dos casos en si se basa en suposiciones- se hace al presidente del gobierno y no pasa nada. Muy bien. ¿Quieren generar un meme -o un quiste- monárquico en el subconsciente de la gente a base de permitir cualquier tipo de desgaste del resto de instituciones de Estado incluida la propia idea de España? Allá ellos, que a mi esto me da igual y lo contemplo, como decía el otro, con espíritu deportivo. Pero frágil eslabón es ése para aguantar sobre él toda la trama de obligaciones y lealtades que hacen de España un Estado unido.
Un saludo.
LaS ranaS. Sorry.
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