miércoles, 23 de enero de 2008

Amor, odio y Empédocles


El amor mueve al mundo. Con estas palabras comienza uno de los poemas de Perfil del aire (1924), de Luis Cernuda. La imagen nos traslada en el tiempo hasta el siciliano Empédocles, quien dibujó el universo como un tablero en que dos dioses gemelos, Amor y Odio, se buscan y rehúyen, poniendo en movimiento los cuatro elementos.

Amor, algunas veces
los amista y en uno los compone:
otras, en cambio, el Odio
a todos los separa y enemista.

Como Parménides, nuestro sabio dejó su doctrina en verso esmerado, y se molestó en trazar una biografía a la altura. Nació con el don de curar, más por carisma que mediante fármacos. Algunos siglos antes que Cristo, maravilló a sus paisanos resucitando a una difunta. Se consideró un encantador, un mago, quizá lo que hoy llamaríamos un chamán. Aunque no la practicara, exaltó, sin decirlo, la lírica: el verbo que consigue azuzar el amor o el odio.

Según Empédocles, la muerte, triunfo del Odio o Discordia, es separación de lo que el Amor uniera: agua, tierra, fuego y aire que vuelven a formas más simples. Nada se crea ni destruye: los elementos disgregados volverán a combinarse de otro modo. Por esta razón, lo que hoy es carne pudo ayer ser pescado:

Muchacho fui, y muchacha, en otro tiempo;
fui planta, ave también, fui pez marino.

Su cosmología incluye una cosmogonía, un mito sobre cómo el mundo llegó a ser lo que tenemos delante. En el principio, nos dice, Afrodita (el Amor) reinaba sola: los cuatro elementos estaban fundidos en una gran esfera que formaba el Todo. Del vacío exterior llegó, envidioso, Neikos (el Odio), y se introdujo violentamente en la esfera, quebrándola. Afrodita se retiró al centro y los elementos comenzaron a dividirse y diferenciarse.

Desde entonces, Afrodita lucha por que el mundo regrese a la armonía absoluta del inicio y Neikos por conseguir sumirlo en el caos. La lucha entre ambos es también una historia de amor, una forma de armonía de contrarios, pues la victoria completa de cualquiera de los dos supondría la desaparición del mundo que conocemos, dividido hasta resultar irreconocible (Neikos) o convertido en una unidad compacta e inmóvil (Afrodita).

La historia del mundo se divide en eras, unas dominadas por el Amor y otras por el Odio, aunque el contrario nunca queda enteramente desactivado.

La rotura de la esfera originaria y su posterior reconstrucción, que nunca puede ser completa, recuerdan otros mitos, como el egipcio de la muerte de Osiris, que es despedazado por su hermano Seth. Isis, hermana y esposa de Osiris, va recogiendo amorosamente todos los pedazos de su amado, repartidos por todo Egipto —pero no logra encontrar su sexo, que ha sido devorado por el pez oxirrinco.

La imposibilidad de un éxito completo de Afrodita se corresponde con la escasez de cantos y poemas que celebren el amor pleno, satisfecho, frente a la abundancia abrumadora de canciones sobre el amor imposible, roto o incierto. Incluso cuando se nos presenta a los enamorados juntos, celebrando su pasión, rara vez están ausentes los fantasmas de la separación y el paso del tiempo (marchitará la rosa el viento helado; post coitum, omnia animalia tristia).

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