Todavía te sigo en ciertas noches de insomnio.
Que piense en ti supone que existes, de algún modo
—en la escasa medida en que pueda alojarte
sin dar a tus facciones
hachazos de Procrustes.
Que piense en ti supone que existes, de algún modo
—en la escasa medida en que pueda alojarte
sin dar a tus facciones
hachazos de Procrustes.
5 comentarios:
Al.: ¿Quién, qué no firma debajo, ha escrito esto tan lindo, tan sugestivo, tan...?
Saludos, V.
PD: ¿Dónde puede estar aquel ¿poema? que decía "Ay, Euridika triste" varias veces y que para variar :))) no recuerdo quien lo había escrito ni nada y me gustaría reencontrar.
Adjudiquémosselo (el de hoy) al sospechoso habitual, que habrá engordado, el pobre, con tu gentileza. El otro, V., es cuestión aparte: creo que es traducción de García Calvo de un poema de Virgilio, pero lo busco y os cuento.
Hago Memoria. Así escribía Rafa Herrera (y estoy tentado de traer como entrada el artículo completo):
Orfeo supone un caso aparte de todos los usos que de la mitología
grecorromana ha hecho la Tradición Clásica. Además de los valores de
ejemplo, de argumento, de alusión erudita u ornamental que el mito
ofrece siempre, hay en las recreaciones órficas un componente mucho más fundamental, primario. Es materia poética misma por ser la
representación del canto y por unir en su figura los dos arquetipos
básicos capaces de explicar toda el alma humana: amor y muerte. Ya desde antiguo la figura de Orfeo adquiere un status especial en el ámbito de los seres mitológicos, diverso de dioses, hombres, héroes, seres de ultratumba, magos y adivinos, pero participando un poco de todos ellos.
Para recordar su figura, hagámoslo con su tal vez más hermosa recreación, en Virgilio, _Geórgicas_ IV 467-526; tras toda su aventura en el infierno, donde puede acceder sólo a través del poder de la poesía, su fracaso se vierte en "los versos más tristes", sólo puede cantar (vv. 516-27 en versión de A. García Calvo):
Ni un amor doblegó su pasión, ni boda ninguna:
solo, los hielos del Norte y el Tánais nevicoso
y la llanura que nunca la escarcha escita abandona
él recorría, llorando perdida a Eurídica, el vano
don de Plutón. Despechadas de tal honor, las señoras
tracias, en medio del rito y orgía de Baco nocturno,
descuartizado al mozo por la ancha vega esparcieron.
Y aún después, la cabeza del claro cuello arrancada,
cuando por sus cabozos rodando el Hebro de Tracia
iba llevándola, "Eurídica" el frío son de la lengua,
"Ay Eurídica triste" exhalando el alma llamaba;
río abajo sonaba en la orilla "Eurídica" el eco.
¡Mucho más que tres gracias, Alejandro! Era este mismo el que buscaba. Un beso, V.
De la misma página, éste, también maravilloso. Saludos otra vez.
"...es el soneto de _Eurídice_ de
Sophia de Melo Breyner-Andersen del que ya hablamos en otro lugar, pero
que es necesario recordar aquí:
A Eurídice perdida en el aroma
y en las voces del mar buscaba Orfeo,
ausencia que poblaba tierra y cielo
y cubre de silencio el mundo entero.
Así bebí mañanas de neblina
y dejé de estar viva y ser yo misma
a la busca de un rostro que era el mío
que era mi rostro auténtico y secreto.
Mas ni en las olas ni en los espejismos
te pude hallar: se erguía solamente
el rostro puro y limpio del paisaje
y despacio tornéme transparente
como muerte nacida a imagen tuya
y en el mundo perdida estérilmente.
..."
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