De niños le llevábamos al padre
un vaso que sangraba espesa témpera
diciéndole que era tomate bueno
—y él que se lo bebía, y nos pensábamos
qué espesamente dulces sus palabras
cuando nos recitaba al buen Homero.
(Retorno a los columpios)
un vaso que sangraba espesa témpera
diciéndole que era tomate bueno
—y él que se lo bebía, y nos pensábamos
qué espesamente dulces sus palabras
cuando nos recitaba al buen Homero.
(Retorno a los columpios)
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Un empeño primaveral: dar forma castellana a las tradiciones populares griegas recogidas en su libro Paradoseis (1904) por Nicolaos G. Politis, el padre de estos estudios en la Grecia moderna. Lo pensamos, hace tanto, la bella Melusina y yo, y hoy que llueve parece un buen día para botar el barco.
El libro se abre con un apartado de Historias viejas: por un paisaje de ruinas selectas desfilan Homero, los guerreros de Maratón y mi tocayo el macedonio. ¿Abrimos juego? Allá vamos.
1. HISTORIAS VIEJAS
1. Homero. Homero nació en Pitió y vivió en Volissó. Tenía su escuela cerca de la fuente de Pasiá, a una hora de distancia de Castro, cerca de la playa. Allí se encuentra aún hoy el sitio donde se sentaba, y alrededor estaban tallados en la roca los asientos de sus discípulos. Fue a Anavató y cantó allí, y cuando murió lo enterraron en Cardomila —pero ahora la tumba se derrumbó, no hace muchos años.Daskalópetra: la piedra del Maestro
2. Homero. Homero subió una vez al monte más alto de Quíos, el Ai-Lia. Cuando bajaba, llegó a un lugar donde había un barranco y peñascos, y no pudo bajar erguido, así que descendió en cuclillas. Desde entonces a ese sitio lo llaman Colosirtis (Arrastraculos). [Quíos.]
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