Mi amigo Daniel se ha comprado un teléfono móvil. Pero, durante un viaje en barco, no puede evitar perderlo para siempre en el fondo del mar. Es el titánic de la telefonía en movimiento.
Informado del percance, tengo una idea y llamo inmediatamente a ese teléfono.
Y me sale la operadora, con su voz ondulante y escurridiza, y sostiene ante mí que el número al que llamo ya no se encuentra operativo.
Pero...., no obstante, si deseo otro, puedo bajar a pedírselo a ella....
Luego los buenos buzos nunca mueren.
* * *
Mi amigo Demetrio sufre un gravísimo accidente viajando en su automóvil.
Y muere en el hospital completamente convencido de encontrarse en una final de motocross.
Tan rápido sucede todo, que sus familiares lo entierran con lo que llevaba puesto, incluido el llavero; y, también, el teléfono móvil en un bolsillo.
Enterado del acontecimiento, caigo en la cuenta y llamo inmediatamente a ese teléfono.
Y el hilo de voz del contestador me dice: —Hola. Soy la voz de Eugenio Demetrio. En estos momentos, no puedo atenderte por haberme quedado sin batería. No hace falta que dejes ningún mensaje. Tengo tu número. Dentro de tres días, recibirás la visita de mi representante de superficie. Suerte....
¡Estamos buenos! Y cambio de teléfono, de número, de amigos y de amigas, y hasta de dieta. Y no me va muy mal.
(Antonio Hernández Marín, 9-8-01)
4 comentarios:
Ese 'bajar a pedírselo a ella' da verdadero escalofrío... Me recuerda a una frase al comienzo de It, de Stephen King, que terminaba con un 'aquí abajo todos flotamos' que siempre me ha dado un mal rollazo que te pasas...
El segundo es más tranquilizador, por esa línea ya desde el principio que juega con lo humorístico...
En el tono del segundo, tengo un vago recuerdo de un cuento del británico Saki, en el que lo temible y lo humorístico funcionan de una manera por así decirlo simbiótica - ahora lo miro en la red..., vale, ya está: su título es La ventana abierta. Muy recomendable, como en general todos los cuentos del volumen Animales y más que animales, de la editorial Valdemar, que es lo que le he leído.
Un saludo!
A mí lo que más me asusta es lo del 'representante de superficie' que pasará a hacernos una visita. Hay algo lovecraftiano en esa idea...
Clive Baker tenía también puntos de esos, aunque a ése si que jamás le pillé la gracia, ni me daba miedo ni nada... Y recuerdo también una historieta del guionista Alan Moore, en La cosa del pantano, en la que había un local o un algo así de "reincorporaciones", con ese nombre tal cual, que era un lugar por el que los condenados del infierno volvían a la tierra, etc. Los dibujos eran real y adecuadamente desagradables, viscosos... Brgl.
Publicar un comentario