A veces oigo rimas consonantes, / pareados en flor, de los de antes... Le puede pasar a cualquiera, pero me pasa a mí, esta vez, cuando, acostados los nenos, estoy tan cansado que dudo si hacer caso a la voz importuna y después lamentarlo o no hacerle caso y lamentarlo igualmente. Escojo el dulce lamentar primero, y esto me cuenta mi demonio:
Nostalgia.
¿Reptar entre sus brazos siempre fríos?
No estoy por la labor, queridos míos.
La inmensidad azul ha caducado
y del que fuimos sólo se ha salvado
alguna foto astuta y desvaída.
Vivimos donde empieza la caída,
un barrio donde mueren los gamberros
y ladran, automáticos, los perros
a una luna de plástico grasiento.
Poesía, decís. Si no la miento,
vuelve a veces a mí. Cuando despierto,
siento el calor de su pudor ya muerto
abrigando mis crudas esperanzas.
¿El éxito? Me pillan ya sus danzas
en un tris de ensayar la de la muerte.
Es mucho suponer que al fin acierte
a decir lo que no llevo vivido:
de la fecha a la cruz, más bien he sido
según que a toda costa, y no reniego
de haber visto la vida tras el ciego
cristal de quien sospecha estar soñando.
Si la comodidad estuvo al mando,
no lo hizo mal del todo. Fui de veras
compilador de Musas embusteras
y vi lo que otros sólo en maldiciones
se atreven a nombrar, sin distorsiones
ni insectos en la luz de mi conciencia.
No soy adicto de la concurrencia,
pero hablo a los demás como si al cabo
viniéramos a ser cabeza y rabo
de un mismo gato que, aburrido, juega
a perseguirse al tiempo que reniega
de ser el que se busca y no se encuentra.
No soy, en fin, de mármol: ven y entra,
si quieres, en mi vida, sin apuro;
si tengo, y no lo niego, un cuarto oscuro,
también algún balcón en el que crecen
hojas de cinco puntas que merecen,
acaso, tu atención. Sigamos juntos
la ruta que nos lleva a otros asuntos.
Vivir es insistir. Yo invito. ¿Otra?
¿Reptar entre sus brazos siempre fríos?
No estoy por la labor, queridos míos.
La inmensidad azul ha caducado
y del que fuimos sólo se ha salvado
alguna foto astuta y desvaída.
Vivimos donde empieza la caída,
un barrio donde mueren los gamberros
y ladran, automáticos, los perros
a una luna de plástico grasiento.
Poesía, decís. Si no la miento,
vuelve a veces a mí. Cuando despierto,
siento el calor de su pudor ya muerto
abrigando mis crudas esperanzas.
¿El éxito? Me pillan ya sus danzas
en un tris de ensayar la de la muerte.
Es mucho suponer que al fin acierte
a decir lo que no llevo vivido:
de la fecha a la cruz, más bien he sido
según que a toda costa, y no reniego
de haber visto la vida tras el ciego
cristal de quien sospecha estar soñando.
Si la comodidad estuvo al mando,
no lo hizo mal del todo. Fui de veras
compilador de Musas embusteras
y vi lo que otros sólo en maldiciones
se atreven a nombrar, sin distorsiones
ni insectos en la luz de mi conciencia.
No soy adicto de la concurrencia,
pero hablo a los demás como si al cabo
viniéramos a ser cabeza y rabo
de un mismo gato que, aburrido, juega
a perseguirse al tiempo que reniega
de ser el que se busca y no se encuentra.
No soy, en fin, de mármol: ven y entra,
si quieres, en mi vida, sin apuro;
si tengo, y no lo niego, un cuarto oscuro,
también algún balcón en el que crecen
hojas de cinco puntas que merecen,
acaso, tu atención. Sigamos juntos
la ruta que nos lleva a otros asuntos.
Vivir es insistir. Yo invito. ¿Otra?
8 comentarios:
De estas copas me tomaría mil, sino terminaran saturando. Quizás lo bueno que tienen es que son escasas; pero, quizás por eso valiosísimas.
Por cierto, mañana asisto en el Entrelíneas a un recital de Miguel Hernandez, homenaje por el centenario de su nacimiento.
Me recuerda un poco a esas verborréicasrimas dylanianas de los sesentas, y sí.
Envidiable, Gharghi. Tomad una a mi salud.
No se me habría ocurrido, Alejo, pero es verdad: a mí me encantan esas salmodias dylanianas, con su peculiar lógica.
No dejes de hacerle caso a tu demonio, que este poema ha quedado estupendo. Sólo me chirrió el amigos mios al principio, algo forzado, como un exceso de rima (como no soy poeta, esta consideración puedes ponerla en suspenso) pero luego, sí, tiene ese algo dylaniano, narrativo, con una candencia invisible que sin embargo se siente en sus efectos de superficie... Me ha parecido de una belleza serena.
Javi: es que el primer pareado es el único que suena plenamente como tal. En los demás, la agrupación que hace la rima y la de la sintaxis discrepan, y ésa es la gracia que pueda tener el poema.
He tenido que buscar un rato para encontrar el nombre de la técnica, viejuna ella: es un perqué.
Tomaré la ración entera (de MH) pensando en los ausentes que no pueden estar.
Publicar un comentario