sábado, 2 de noviembre de 2013

Halloween y el espejismo de lo castizo



Sobre esto de Halloween, ¿soy el único que piensa que prácticamente nada de lo que asociamos con esta fiesta es exclusivamente anglosajón, y que (casi) todo estaba ya en el folklore español (y universal)?

Si les parece, repasemos. El grupo de niños que va recorriendo las casas pidiendo un obsequio es, como poco, tan antiguo como una de las primeras piezas conservadas de la lírica popular griega antigua, la Canción de la golondrina que se cantaba en Rodas al llegar la primavera. Ha llegado hasta nosotros a través de Teognis de Rodas, un autor del siglo III o II a.C., y dice así, en la versión de García Calvo (en su Poesía antigua (De Homero a Horacio), pp. 105-6:

Ya vino, ya vino
la golondrina,
trayendo el buen tiempo
y las buenas añadas,
por el vientre tan blanca,
por el lomo tan negra.
Saca torta de higos
de esa próspera casa,
y el jarro de vino
y el cestillo de queso.
Tampoco el hornazo,
tampoco el rebojo
la golondrina
no los rehúsa, no.

¿Qué, que dices «vete» o que dices «ten»?
Sí, si algo das: si no, no te hemos de dejar.
Llevémonos la puerta o el montante o bien
a la mujer que dentro sentadita está.
Pequeña es ella: alzarla no nos costará.

Pero, si traes cosa buena,
lleves tú bienes mil.

Abrir la puerta a la golondrina, abrir, abrir:
que viejos no, no somos: niños somos, sí.

Pedazo de truco o trato.  Nos hemos ido a Grecia a buscar los precedentes para que se vea hasta qué punto el invento tiene solera; pero más cerca en el tiempo y el espacio tampoco nos habría costado mucho encontrar rituales análogos. ¿No salen los mismos niños que se disfrazan por Halloween a pedir el aguinaldo por Navidad, sin escándalo de la Conferencia Episcopal? Las canciones infantiles de cuestación han deleitado a más de un etnógrafo: aquí tienen por ejemplo un trabajo sobre estas canciones en el folklore vasco. En Améscoa (Navarra), por la fiesta de san Nicolás, cantan los niños:

Angelitos somos, del cielo venimos, 
alforjas traemos, turrones pedimos, 
para Jesucristo que viene en el camino, 
lavándose la cara con agua rosada.

¿Y en Extremadura, aún más cerca del que esto les escribe? Pues también se ronda, se canta y se exige, claro. Por ejemplo:

Si no me das aguinaldo
al Niño le he de pedir
que te dé un dolor de muelas
que no puedas resistir.

¡Ay tiritití...,
¡Ay tirititando!
No ve voy de aquí
sin el aguinaldo.

El aguinaldo real
son dos libras de galletas,
un cuartillo de aguardiente
y dos turrones de almendras.

¡Ay tiritití...,
¡Ay tirititando!
No ve voy de aquí
sin el aguinaldo.

Visto que la cuestación tiene poco de exótica, ¿será entonces la costumbre de disfrazarse de animales y demonios lo que habremos tomado como tontos de los anglosajones? Pues... Ya se huelen Vds. que, sin remontarnos (por pereza) a las pinturas rupestres que representan a hechiceros vestidos del equivalente paleolítico del Jarramplas o demás espantajos populares,  las mascaradas fúnebres nos pillan bien cerca. En su libro de 1947 Costumbres españolas de nacimiento, noviazgo, casamiento y muerte, p. 338, Enrique Casas describe un espectáculo multimedia que deja chicas la mayoría de las macabrerías de Halloween:

En Selva del Campo (Tarragona), durante el velatorio del cadáver de un párvulo, los vecinos acuden a la casa mortuoria y hacen caretas, esto es, se disfrazan, se ponen unos dientes de cebolla, se envuelven en sábanas, apagan las luces y encienden una sartén de azufre.

Así que, dirán Vds, al final resulta que lo único netamente anglosajón era la calabaza convertida en cabeza humana, el famoso Jack O'Lantern. Pues no es por llevar la contraria, pero veamos cómo describe en 1957 Joan Amades a la Setrilla, asustaniños célebre en Prat de Comte (Tarragona):

ser extravagante que trataban de representar por medio de una cántara vieja e inservible, en cuyo cuerpo practicaban dos agujeros más o menos simétricos, que querían figurar los ojos; dentro del buche colocaban un candil de aceite encendido, colgaban el artefacto del techo en una habitación oscura y por medio de una cuerda lo hacían balancear. La oscuridad y el azoramiento no permitía a los niños darse cuenta del engaño, y creían hallarse ante un fantasma temible.

No es una calabaza, cierto. Pero la imagen, además de conectar con Jack O'Lantern, nos envía a la vieja Gorgona de los griegos, y a otros muchos espantos del folklore que toman la forma de una cabeza sin cuerpo.

En resumen: lo único especificamente anglo de Halloween es el nombre; y aun este lo es solo hasta que lo traducimos. La forma completa, All Hallows' Eve, significa simplemente la Víspera de Todos los Santos.

2 comentarios:

Gharghi dijo...

Tendríamos que ir a Oriente, supongo, para encontrar rituales mas exóticos. Y lo que a ellos espanta a nosotros, a veces, ni fu ni fa.

Alfredo J Ramos dijo...

No estás solo en relación a lo que planteas en tu pregunta, Al. Yo pienso lo mismo. Y es obvio que la fiesta de Santos y Difuntos está muy enraizada en muchas culturas. El culto a las «ánimas benditas del purgatorio», eje central de la piedad tradicional gallega, lo demuestra bien. Muchos de los concretos ritos americanos del Halloween actual son de origen celta, probablemente irlandeses. Lo que sorprende es que, gracias a los massmedia, se imponga la estética y el ritual gringos con olvido de las propias tradicciones. Sostengo, aunque no sé si se podría demostrar, que el triunfo mimético de Halloween entre nosotros se produce a partir del impacto que produjo ET en la generación que ahora ronda la cuarentena, que fue la primera en incorporarse decididamente al sarao yanki. Películas y series posteriores han profundizado la influencia.

Por otra parte, para comprender esta festividad en toda su complejidad tal vez haya que acercarse al folclore mexicano, que es donde los muertos están más vivos, y donde estas fiestas tienen una más acusada presencia. Un viaje que no necesariamente ha de hacerse bajo las sugerencias de «Bajo el volcán», aunque el clima alucinado del libro de Lowry y la sensibilidad alterada del cónsul Firmin ayuden mucho a percatarse de lo que anda en juego en estos ritos: la vieja danza de la vida y la muerte.