sábado, 5 de abril de 2008

Cigüeña en Zamora


Quizá debería medir mis palabras. Dije, en aquel foro bullicioso, que los trolls pasaban y los asiduos permanecíamos; no pasó una semana y ya me iba. Luego indiqué que, al menos, tendría ahora tiempo para leer y reflexionar —y desde entonces me llueven toda clase de incordios y urgentes encargos, esos que Berry llamaba asuntos homínidos.

Respondo, al menos, a Anne Hélene (¡encantado!), que andaba buscando un poema de Iris Murdoch, traducido por García Calvo en el libro de éste Uno o dos en 23 sitios y más. Los libros del maestro se pueden encargar directamente en la editorial familiar, Lucina, donde le atienden y sirven a uno con amabilidad y diligencia asombrosas. El teléfono (y fax) es el 980 530910

La versión del poema de Murdoch dice así:

JOHN VE UNA CIGÜEÑA EN ZAMORA

Al salir entre tranquila gente de la misa,
vio una cigüeña repentina
de su nido volar sobre una casa
—el cielo tan azul, tan blanca el ave—,
suceso acostumbrado para aquellas gentes:
él, de pura sorpresa, se quitó el sombrero,
se paró allí y abrió de par en par los brazos,
dejando que la gente le pasara
por uno y otro lado,
atento a nada más que a un vuelo de cigüeña.

Ahora (en el museo),
sobre una tapicería negra
ese gesto de gozo
tan absolutamente tú.


*


Añado otra cigüeña popular: Eliseo Parra, impresionante.



1 comentario:

Aker dijo...

Oportuno el poema ahora que los cielos primaverales se encuentran llenos de cigüeñas que, vestidas de negro y blanco, sobrevuelan los pueblos que tienen algún pantano, alguna charca, en su entorno.
El agua va desapareciendo. El que antes fuera el pantano de Gx. es ahora una charca que se evapora entre las grietas del barro seco.
¿Qué pensarán ellas, las cigüeñas?
¿Qué sabor tendrá su sed?

Aker