Sigo trabajando en El aula encantada, un libro que recogerá varios textos de alumnos marroquíes de mi instituto sobre genios y otras creencias populares. Si todo va bien, a finales de mayo tendremos ya el libro maquetado, con un estudio introductorio (que ya he escrito), los textos anotados e ilustraciones hechas por los propios alumnos.
Escribí el prólogo (Por qué recopilar tradiciones marroquíes en un instituto español) al comienzo del proyecto, y después he pensado en limar algún punto que pudiera resultar políticamente incorrecto, pero al final lo he dejado tal cual, o casi. Lo traigo aquí a ver qué os parece.
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Como todos los que damos clase sabemos, la presencia de inmigrantes magrebíes en nuestras aulas supone un reto. Muchos alumnos tienen un nivel insuficiente de español, por lo que les cuesta mucho seguir las clases. A veces (y éste es un problema que afecta a muchos alumnos, no sólo inmigrantes) la pobreza y falta de perspectivas de su entorno inmediato (familia, amigos) y su experiencia escolar negativa los han marcado de tal modo que se consideran de antemano incapaces de realizar ningún progreso significativo. No es extraño, entonces, que busquen afirmarse de manera errónea, adoptando los roles estereotipados del gracioso o el camorrista y fingiendo que el fracaso escolar es algo que no les afecta, o incluso algo de lo que cabe estar orgulloso (siete suspensos, siete chupitos). Tampoco es tan raro como quisiéramos que, frente a los valores democráticos que intentamos inculcarles, algunos se aferren a los prejuicios que creen propios de su tradición: machismo, fanatismo religioso y político (demasiados chavales marroquíes, por ejemplo, creen, como los nazis, que el único judío bueno es el judío muerto; consideración que puede extenderse a los independentistas saharauis).
Al mismo tiempo, la diversidad étnica supone una innegable riqueza cultural. Si bien los profesores tenemos el deber de familiarizar a nuestros alumnos con los contenidos de la civilización occidental, europea, conviene no olvidar que ellos también saben muchas cosas que nosotros ignoramos. Una parte importante de ese conocimiento corresponde a lo que llamamos folklore, es decir, sabiduría popular, conocimiento trasmitido por tradición oral.
Convertir a los alumnos en recopiladores e informantes sobre su propia tradición, como llevamos haciendo desde hace años en La Memoria Sumergida, tiene por ello un valor doblemente beneficioso. Por una parte, cambia el chip del alumno inmigrante, que deja de verse sólo como un receptor (a veces no todo lo hábil que quisiera o quisiéramos) de lo que le hacemos leer y memorizar y adopta un rol activo: él también tiene cosas importantes que contarnos, una tradición de la que puede sentirse legítimamente orgulloso.
Esta mejora de la autoestima favorece también un desarrollo de la autocrítica: luchando por expresar correctamente lo que quiere contarnos, el alumno se hace consciente de sus limitaciones y tiene un aliciente óptimo para ir venciéndolas. Más aún, al objetivar sus creencias y referencias (por ejemplo, refranes e historias que contienen modelos de conducta y promueven valores) establece por primera vez un distanciamiento de las mismas, en principio metodológico (al poner por escrito lo oral, en una lengua que en muchos casos no es la materna y en un contexto escolar —y, en la medida en que acertemos a ser estrictos en nuestra propia metodología como folkloristas, también científico), pero que puede volverse, a poco que los animemos a ello, saludablemente crítico. Es importante no sólo conocer la propia tradición, sino también colocarla en un contexto comparativo (descubrir que muchas cosas castizas, propias, se conocen también en muchos otros lugares; que también están, por ejemplo, en pueblos o culturas que ellos sienten como lejanos en el tiempo o el espacio e incluso 'enemigos'; vuelvo a pensar en el mal llamado antisemitismo —más bien judeofobia— de muchos de nuestros jóvenes marroquíes).
11 comentarios:
Aprovecho la nocturnidad para ser el primero en comentar, aunque sin alevosía.
No sabía del libro, que me parece una idea magnífica y oportuna. Oportuna porque el miedo al islam y la consiguiente necesidad de enemigo que unifique la tribu cunde entre nosotros. Y este tipo de vacunas para que recapaciten los autómatas de este mundo más acomodado que libre, son muy convenientes (aunque tengo pocas esperanzas sobre su eficacia).
En cuanto al prólogo, es claro y entiendo que el tono técnico es necesario para servir al fin que tiene. Yo hubiera añadido alguna referencia a la instrucción y enseñar a pensar por sí como objetivos principales de la educación, pero es posible que esté dicho de otra manera. También hubiera añadido algo sobre los modos de relación y organización de la comunidad, con sus correspondientes pautas de conducta, propios de otra cultura, en este caso la magrebí. Que en ese terreno nos va quedando poco ejemplo que dar.
Por otra parte, muy importante esa frase sobre el distanciamiento crítico que supone la escritura respecto al automatismo de la tradición oral y las pautas de conducta.
En fin, congratulations Al.
Me parece una idea maravillosa. Enhorabuena a ti y a los chicos.
Trabajo espléndido y agradecido para un folklorista como tú. No descarto hacerlo en alguna ocasión. Sin embargo, hay algo que me llama la atención. Siempre te refieres a ellos como alumnos marroquíes y no sé si es que utilizas el plural masculino como genérico (tanto chicos como chicas) o efectivamente señalas a que son varones los que participan en este proyecto. Esto me lo hace pensar cuando los caracterizas como graciosos o camorristas... cuando estas no suelen ser las notas que definen a las muchachas marroquíes que acostumbran a ser discretas y calladas, aunque hay de todo. No sé si en tu proyecto entran chicas lo que implica otra forma de ver las cosas desde el lado femenino.
Por otro lado no haces mención de la distinción entre marroquíes árabes y bereberes. En mi centro son mayoría los bereberes que suelen ser desdeñados por los árabes como bien sabes.
No era consciente de la judeofobia de los marroquíes. Nunca había reparado en ella. Es algo que no ha salido en mi experiencia, aunque sí que reivindican en otro sentido la marroquinidad de Ceuta y Melilla y por supuesto del Sahara.
Lo cierto es que pese al tiempo que lleven en España no se sienten españoles. Es una identidad que no les llega. En Cataluña todo se orienta a que se sientan catalanes y toda la inmersión es en catalán, llegando al extremo de que saben expresarse en esta lengua y no en castellano. Es su lengua de acogida.
Muy interesante la experiencia. Chapeau.
Querido Bartleby: toca Vd. un tema de fondo en el que yo no quise entrar, al menos de momento, aunque las notas a las historias lo presentan de forma bastante clara.
Hay una contradicción que conviene aclarar. Por exponerlo muy crudamente, mi interés por estas historias forma parte, al menos en principio, de la fascinación de los ilustrados por aquello que ya no podemos creer pero aún nos atrae. Late, pues, el supuesto de que los mitos y demás no deben (al menos, entre nosotros, no pueden) ser objeto de creencia, sino de disfrute estético e interpretación.
Esta última es un ejercicio dulciamargo. Una profesora de la universidad de Sevilla, Sol Tarrés, ha mostrado en un par de artículos la relación a la que Vd., creo, alude entre las historias sobre genios y la manera en que los musulmanes se conciben a sí mismos. El resultado es un tanto desolador, en el sentido de que la comunidad que aparece retratada establece una frontera tajante entre 'nosotros' y 'ellos', y a estos últimos ni les desea ni les augura nada bueno.
Con todo, queda, más duda que convicción, la posibilidad que plantea en algún lado el maestro de que estas historias siempre sean más ambiguas de lo que el Poder desearía, y que se dejen leer a la contra (así, el interés por los genios malignos no dejaría de revelar una fascinación por lo otro y los otros, un principio de encuentro con, y reconocimiento de, lo que se declara ajeno, pero se admite ubicuo. Como otros dirían de los inmigrantes, los genios están por todas partes. Y han venido para quedarse. Estaría bien —más bien no quedará otra— aprender a convivir con ellos —y con ello—).
Querido Joselu: planteas dudas muy interesantes, que tendré en cuenta para repasar el prólogo. Hablo de alumnos y alumnas, con el plural masculino genérico; esto quizá empieza a ser un arcaísmo, aunque me parece preferible a otras fórmulas (esa misma de 'los alumnos y alumnas') que, la verdad, aunque tengan sus ventajas, me chirrían.
Es cierto que son sobre todo ellos los que tienden a adoptar los estereotipos citados, aunque en mi instituto no faltan damas (alguna, magrebí) dispuestas a jugar al mismo juego y darles ciento y raya, si es preciso. Los informantes, en cualquier caso, se reparten de forma bastante equitativa entre los dos sexos, con ligero predominio de las chicas.
La tensión con los bereberes no ha salido a la luz como tal; pero cuando el episodio de la independentista saharaui en huelga de hambre los alumnos magrebíes hacían unos comentarios sobre ella que helaban la sangre. Lo mismo ha sucedido alguna vez que ha salido en clase el tema de los judíos y los palestinos (y de ahí mi anotación, que refleja una experiencia real, aunque quizá no extrapolable; si no la elimino, la matizaré).
De todas formas, la judeofobia islámica viene de lejos. En el propio Corán, frente a pasajes que subrayan la unidad de las 'gentes del libro', hay otros durísimos contra los judíos (menos, curiosamente, contra los cristianos).
Gracias a los tres por saludar el proyecto. La verdad es que está siendo una oportunidad estupenda para conocer mejor a estos alumnos. También, para profundizar en su folklore, que me fascina desde pequeño (me crié con Las mil y una noches de Cansinos Asséns).
Muy interesante, tanto el prólogo como los atinados comentarios. Como en estos temas mi ignorancia es supina, aprovecho la ocasión para aplaudir el uso del masculino genérico, cada vez más arcaico (aunque lo cierto es quienes están en contra pocas veces son consecuentes hasta el final, enseguida pierden fuelle: no hay nada más que observar los discursos políticos o sindicales). Pero en cualquier caso, la convención que sirvió hasta ahora ya no sirve tanto, y se ha instalado la duda: de ahí el sentido de la pregunta de Joselu.
Saludos.
Estupenda realidad, Alejandro, la de ese volumen que ignoro si pondréis a la venta o lo compartiréis libremente con los demás. Tanto en un caso como en el otro, ya tienes un primer usuario, dispuesto a que sus alumnos lean esos relatos y, si puedo, y el tiempo acompaña, te pondré como ejemplo a mis alumnos para hacer lo mismo con la tradición bengalí y paquistaní, que predomina en mi IES. De momento los lancé hace cosa de dos semanas a la paremiología prropia y no me trajeron nada, tuve yo que buscar ejemplos en internet, pero no me rindo y ejemplos como el tuyo me animan.
Respecto del prólogo, ¿no hubiera sido interesante destacar la influencia de la cuentística oriental en nuestra literatura empezando por el Sendebar y siguiendo por Las mil y una noches -aunque creo que debería de traducirse Las mil y una noche, sobreentendiéndose noches junto a mil-, para acabar refiriéndose al prestigio de lo árabe en nuestra literatura desde los romances fronterizos hasta la novela morisca, etc?
Como está, de todos modos, me parece muy válido.
No me acuerdo quién firmaba aquel artículo, para mí definitivo, sobre el masculino genérico en que planteaba el caso de 'Los niños y las niñas jugaban juntos'. Ese 'juntos' es, en efecto, irresoluble, y demuestra la necesidad del término no marcado: 'Jugaban juntos y juntas', suponiendo que no sea agramatical, separa a los que se supone que deberían jugar juntos.
Juan Poz: ganas me dan de encargarte a ti ese estudio que planteas de la influencia de la cuentística oriental en nuestra literatura. Yo, desde luego, lo leería con placer; no creo que supiera, en cambio, escribirlo. Con todo, en la tercera entrega del estudio preliminar, que he subido hoy, se habla de Las mil y una noches, y en las notas a los cuentos hay varias referencias a temas y personajes paralelos.
La edición será no venal y no creo que pase de 200 ejemplares, pero ya me encargaré yo de guardar unos cuantos para quienes tengáis interés en el libro.
En cuanto a tu trabajo con los inmigrantes bengalíes y paquistaníes, me apunto desde ya a leerlo.
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