viernes, 13 de marzo de 2009

Pérdida


Cuando un amigo muere, se borra una parte del mundo. Justo la parte que nos interesaba. Es como un lugar donde has estado muchas veces, donde te han sucedido algunas de las cosas más importantes de tu vida, y al que comprendes que ya nunca podrás volver. Quedan sólo los recuerdos, fragmentos de un puzzle en el que faltan casi todas las piezas. Queda, en fin, la amistad de los que aún no hemos caído: algo que nunca será suficiente —pero tampoco es poca cosa.


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Los amigos de Aker (Antonio) en Observatorio le han rendido un sentido homenaje en el comentario a las fotos del 11, 12 y 13 de marzo. Una pequeña muestra de otra de sus facetas, la de egiptólogo, puede consultarse en Dialnet y en la página de la Asociación Española de Egiptología. Una de sus alumnos de la Asociación, Tawi, ha enviado un mensaje esclarecedor al blog Offtopic (del que tomo la foto que encabeza esta entrada).

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Muchos son mis nombres en numerosos países. Mithrandir entre los Elfos, Tharkûn para los Enanos; Olórin era en mi juventud en el Oeste que nadie recuerda, Incánus en el Sur, Gandalf en el Norte; al Este nunca voy. Antonio, así, fue Fos entre los tebanos (o tebeos), Grifo entre los de Azúa, Mandul en las Quebradas de los Túmulos, Aker entre los astrónomos. Los pueblos de la Tierra Media son muchos. Imagino que a algunos aún no habrá llegado la noticia de su partida.

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Offtopic: In memoriam.


7 comentarios:

Joselu dijo...

Lo siento, amigo, sin duda era un buen hombre y sabio. Como alguien ha escrito, ha retornado a las estrellas. Me gusta pensar así, mejor que pensar que se ha acabado para siempre. Un saludo.

Crítico Constante dijo...

Mi más sentido pésame, Al. La muerte es una condición necesaria de la vida. Piense en la crisálida que se hace mariposa aunque el resto de las crisálidas no puedan verla. Un abrazo.

Al59 dijo...

Gracias, Crítico. Antonio dedicó un tiempo precioso a estudiar la literatura funeraria egipcia: conocía como nadie las contraseñas y vericuetos de la Duat. Sin embargo, estaba convencido de que era la bondad del difunto, y sólo ella, la que le guiaría o no hasta su destino entre los Vivientes. Que así sea.

diversa dijo...

Hola Alejandro, soy Alejandra, muchas gracias de parte de mi madre y mía por las palbras que nos has dedicado, hemos podido hablar poco, las circunstancias no eran muy favorables, pero tenía unas ganas inmensas de conocer a los amigos de Antonio, de los que tantas veces hablaba.

Me calmaste mi fase enfadica de rebelión por no entender porqué se había marchado, y en fin, te lo agradeceré siempre.

No solo se ha ido un amigo, asi lo consideramos y asi nos lo demostró en momentos adversos de nuestra vida, cuando estuve presente, dando la cara como el qué más. y así respondimos nosotras con él, pero se va mi maestro alguien con el que contaba, fue el primero en enterarse de que me habían aceptado en el doctorado, y el que iba a ser mi mayor apoyo en ese camino.

Solo espero que esté donde él quería estar y me alegro de haberos conocido.

Muchas gracias por todo.

Gharghi dijo...

Solo expresar mi apoyo a Alejandro de forma pública y hacer saber que una persona como Antonio solo se encuentra entre un millón.

Si habéis leido los comentarios de observatorio sabreís como se hizo querer en apenas diez meses que visitaba y comentaba en esa página.

Anónimo dijo...

Lo siento, Alejandro. Es mucho lo que se te lleva Antonio, pero aún más lo que te deja.
Un abrazo.
Rafa

Al59 dijo...

Gracias a todos. Estoy tentado, Rafa, de verlo al revés: lo que nos queda es una parte mínima de lo que hemos perdido. Antonio se ha ido cuando estaba cerca de terminar un trabajo filológico ciclópeo (la edición crítica y traducción de las inscripciones del Templo de Debod), que no sabemos en qué medida se podrá recuperar, y en un momento en que su poesía, y su escritura en general, había alcanzado una maestría y expresividad extraordinarias. Son innumerables los empeños que quedan interrumpidos —algunos intentaremos sacarlos adelante guiados por su aliento, pero otros dependían tanto de su saber y chispa que sólo él habría podido culminarlos. En cualquier caso, es un privilegio haber conocido a una persona así —y, aunque seguiré entristecido por mucho tiempo, me esforzaré por cuidar y celebrar lo que queda, sin caer en el derrotismo. (De otro modo, bien lo sé, sus Manes vendrían a darnos una enérgica colleja.)