La carpeta me lleva años atrás. Me releo. Encuentro mucho malestar, que no me sirve, y algunas iluminaciones dudosas (lo de Machado: en mi soledad / he visto cosas muy claras / que no son verdad). Sobre otras, que me guiñan un ojo, no sé qué pensar. Y, suspendido el juicio, las copio. Un inicio.
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Todas las revistas que hacen números retrospectivos tienen este hombre bajito (qué le hagamos) al que un ingenio amargo le lima las líneas. En todas las partes estamos los mismos. La partida es más larga y no nos hemos olvidado. Somos las líneas que, a largos trechos, discurren borradas, las trayectorias abrasadas por la muerte que sólo a gran escala, desde arriba, se descubren un día continuas. La ausencia, el vacío, es parte fundamental de toda recta. Tú que lees estas líneas, que te sientes renuente a aceptarlas, las estás leyendo desde siempre. La vida va de ti. Siempre te estamos apurando, pero a veces te dejamos dormir en la playa; son todas estas cosas las que pasan, en jardines de arriba cuyas llaves no encuentras.
Miradas con atención, todas las partes llevan la etiqueta de estar a tu cargo. Es una larga receta para curarte del mal de estar afuera. La receta es el remedio. El que lee no siente el malestar de ser ojo, de ser rincón abierto a la penumbra de las bodegas. Yo no sé qué queso fermenta en las cadenas de montaje de palabras. Los últimos anuncios de la tele anuncian a Dios. Últimamente todo lo que se dice es un pretexto. Piensa en todo lo que hemos bebido; si tú y yo estallamos, qué mar quedará de cerveza tostada, qué casa eterna de barquillo y chocolate. Una vez que un caramelo de menta se empieza, la Eternidad es inevitable. Siempre estamos los que hablamos. Siempre estamos hablando. Siempre aquello de que hablamos es mentira y nos falta.
1 comentario:
"...son todas estas cosas las que pasan, en jardines de arriba cuyas llaves no encuentras." Touché.
(Me sabe mal que este texto se quede huérfano de comentarios. Y eso que los caramelos de menta me dan dentera...)
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