Hablando de Villaespesa señalaba JRJ que las esdrújulas de aquél son las mismas de Guillermo de la Torre: representan lo poético artificioso, gongorino, vacuo. Como suele, acierta. Pero las damas tienen su gracia. El juego con ellas comienza en la poesía popular (¡Por lo finústico, por lo simpático, por lo poético y lo democrático!) y continúa en dos grandes canciones 'cultas': Construcción, de Buarque, y Antípodas, de Krahe. Por mi parte, no estoy libre de contagio: en una ocasión, salíamos de ver a nuestro amigo, el poeta Antonio Hernández, y en el camino de vuelta vinieron a verme estos versos, que se fueron componiendo casi solos en la memoria. No es que valgan gran cosa, pero tienen ese punto hiperbólico. Fluyan:
Alejandrinos cóncavos (convídate a ti mismo)
Me gustan las esdrújulas: son bellas, algo frívolas,
un prodigio dogmático de incierta trinidad.
La sangre me horripila, y el miedo me convence:
en este cáliz sórdido se oculta la verdad.
Con el ocaso salgo cual perro macilento
para lamer tus llagas, agónico inmortal.
Mis cinco dedos trino: son cómputos privados.
Por once o por catorce declino siempre mal.
Ya pleno de tu gracia, crepúsculo potable,
retorno a los columpios, que empiezan a temblar.
Qué soy que nada soy: sin voz un eco incierto,
reflejo de una lámpara fundida sobre el mar.
Cuando no quede nada, nos sobrará de todo:
en un vaso de témpera tu nombre flotará.
Ascienden hasta el cielo, colmados, los columpios.
Cuando la cuerda ceda, tal vez lleguemos ya.
Me gustan las esdrújulas: son bellas, algo frívolas,
un prodigio dogmático de incierta trinidad.
La sangre me horripila, y el miedo me convence:
en este cáliz sórdido se oculta la verdad.
Con el ocaso salgo cual perro macilento
para lamer tus llagas, agónico inmortal.
Mis cinco dedos trino: son cómputos privados.
Por once o por catorce declino siempre mal.
Ya pleno de tu gracia, crepúsculo potable,
retorno a los columpios, que empiezan a temblar.
Qué soy que nada soy: sin voz un eco incierto,
reflejo de una lámpara fundida sobre el mar.
Cuando no quede nada, nos sobrará de todo:
en un vaso de témpera tu nombre flotará.
Ascienden hasta el cielo, colmados, los columpios.
Cuando la cuerda ceda, tal vez lleguemos ya.
2 comentarios:
Interesante entrada. Violeta Parra, en su poema "Mazúrquica modérnica", rizó el rizo: no solo utiliza esdrújulas, se las inventa. Conozco el poema en versión papel, pero supongo que andará por la red. Comienza así:
Me han preguntádico varias persónicas
si peligrósicas para las másicas
etcétera.
Saludos.
Genial mazúquica la de Violeta. En efecto, riza el rizo: non plus últrica.
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