domingo, 11 de diciembre de 2005

Pequeños gigantes


Por Navidad
a ver qué tal envuelves
la Realidad.

Se acerca la Navidad, miren por dónde. Buena hora para hablar de niños que salen príncipe (o rana). Niños raritos, extremadamente precoces, como abundan en el folklore. Curtius y Jung nos hablaron del puer senex, el niño anciano, que nace dotado de antinatural sabiduría y don de lenguas. Al mismo Cristo se le ve alguna vez así, marcando divinidad como quien dice desde primera hora de la mañana.

Los duendes tienen con frecuencia aspecto de niños avejentados, y de Eros/Cupido/Amor ya se reía Luciano observando que el rorro en cuestión era más viejo que el titán Jápeto. («Caduco dios y rapaz», dice Góngora por lo mismo.)

En Entrevista al vampiro, Ann Rice juega con la idea. Su personaje mejor es Claudia, esa niña convertida en vampiro que se hace inmortal, pero nunca crece (ni puede convertirse en madre).

Frente a la atrofia, el vértigo. Héroes y dioses hay que crecen a ojos vista. Hermes no me acuerdo cuántas fechorías hizo en su primer día, semana o mes, y al bebé Heracles le encontramos jugando con ventaja con las serpientes venenosas que Hera envía a saludarle. En la canción sefardí resumen bien el tipo:

A la una yo nací,
a las dos me engrandecí;
a las tres tenía amante,
a las cuatro me casí.
Me casí con un amor.

Pero estos son grandullones, niños eternos, maduros sólo en almíbar. El trayecto de Cristo es la verdadera infancia abolida, sacrificada sin consideración ni verso intermedio al destino heroico: esta noche nace el niño / que ha de morir en la cruz. Sin anestesia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta este blog. Creo que voy a leerlo cada día.
Un saludo y por favor no dejes el de Arcadi, me gusta leerte allí y ver como te impones con bastante sentido a las vacas sagradas.

Al59 dijo...

Gracias, Mónica. Yo llevo ya más de un año enganchado a aquel blog, sin el cual éste no habría nacido. Me pregunto a menudo qué nos da Espada. Supongo que, sencillamente, es el blog más vivo que conozco, tan desmesurado que tiene ya dimensiones de universo: todo cabe en él, todo acaba teniendo eco allí. Una imago mundi engañosa pero extremadamente adictiva.

Al59 dijo...

(Para quien tenga curiosidad: el niño de la derecha es san Juan y está escribiendo, al dictado del Niño Dios, las primeras palabras de su Evangelio: «en el principio era el Verbo...».)