El título, eso sí, es un error. No se puede volver sobre el título de una canción tan conocida, y menos para un empeño totalmente distinto. Diré en mi descargo que de pequeño la canción de Víctor Manuel, cada vez que la oía, me causaba una enorme desazón, con ese niño como de cristal que se le cae al padre de las manos. Ahora sé que es legítimo y quizá loable tratar esos temas en una canción, pero entonces me parecía como meter el dedo en la llaga sin ningún miramiento, y la mezcla de náusea y azúcar me mareaba. Algo de esa confusión pervive en el protagonista, que se deja devorar por muñecos y mariposas, seducido por una mirada que podría ser la de la Araña (pienso ahora si pudo influir Lullaby, una canción de The Cure de historia similar).
Y es tan dulce tu mirada quieta
siempre en derredor.
Van comiéndome las marionetas,
pero sólo pienso en ti,
sólo pienso en ti.
Y es tan dulce tu mirada rota
siempre en derredor.
Van comiéndome las mariposas,
pero sólo pienso en ti,
sólo pienso en ti.
siempre en derredor.
Van comiéndome las marionetas,
pero sólo pienso en ti,
sólo pienso en ti.
Y es tan dulce tu mirada rota
siempre en derredor.
Van comiéndome las mariposas,
pero sólo pienso en ti,
sólo pienso en ti.
1 comentario:
Ya es tema inmortal. Y lo inmortal suena como siempre ha sonado, sin tiempo ni desgaste. La guitarra cuenta su propio tema; y la voz, el suyo. Y, entre los dos, componen una canción sin fixuras, única, en la que la armonía fluctúa, sube y baja cuestas, escalones; o, bien, ondula simplemente. Hay que dejarse llevar.
saludos.
Grifo
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