Como diría Bécquer, voy contra mi interés al confesarlo, mas verdad obliga: cuando arreglaba La flor de la noche, sonaba en mi cabeza esta canción de Milladoiro, una joya incluida en la banda sonora de la película Divinas palabras (1987). La película era sólo correcta, pero el disco es maravilloso. Aquí Ana Belén canta como nunca, en una suerte de habanera misteriosa y cromática, con una letra que fluye por redondillas (u octavillas), y que merecería ser de alguna poetisa conocida, aunque ni Google ni yo la ubicamos:
Estoy celosa del vuelo
de aquel a quien más quería,
celosa de su alegría,
celosa del bien que anhelo.
Estoy celosa y me duelo
de la paz en que vivía,
de la noche de aquel día
y hasta del azul del cielo.
Estoy celosa y me muero,
contenta ya con mi pena
si es tu amor quien me condena
por no querer lo que quiero;
que huyendo de aquel que espero
mi vida se desordena,
y de la esperanza ajena
fingiendo me desespero.
Estoy celosa y me mata
tu flaqueza y mi rigor,
tu desamor y mi amor,
tu mal metal y mi plata;
si mi muerte se dilata,
ya no sentiré dolor,
pues ya no tengo temor
al saber de qué se trata.
de aquel a quien más quería,
celosa de su alegría,
celosa del bien que anhelo.
Estoy celosa y me duelo
de la paz en que vivía,
de la noche de aquel día
y hasta del azul del cielo.
Estoy celosa y me muero,
contenta ya con mi pena
si es tu amor quien me condena
por no querer lo que quiero;
que huyendo de aquel que espero
mi vida se desordena,
y de la esperanza ajena
fingiendo me desespero.
Estoy celosa y me mata
tu flaqueza y mi rigor,
tu desamor y mi amor,
tu mal metal y mi plata;
si mi muerte se dilata,
ya no sentiré dolor,
pues ya no tengo temor
al saber de qué se trata.
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