Hay muchos comienzos. Uno de los míos es éste: hacia 1991, después de construir unas cuantas canciones pop (que ahora me vuelven a gustar), pensadas para un grupo de rock, hallé otro punto de partida posible en la música modal que me enseñó a apreciar Alfonso. Antes de convertirse en canción (El Príncipe de Beukelaer), los acordes y (sobre todo) el aura de aquello nos persiguieron durante muchas improvisaciones. Quizá la más linda sea ésta, que he vuelto a descubrir estos días. Dani a la flauta:
Pues bien: instalo un programa nuevo para hacer partituras (que me llevará años dominar) y me lanzo a intentar algo. En pocos minutos, la pieza se escribe sola. Otro preludio (o coda) para el Príncipe. Lavar, peinar y marcar.
(Y la pregunta, claro: ¿cuál les gusta más? —¿o menos?—)
4 comentarios:
Me gustan por igual. Los veo compatibles. ¿por qué no tratar de encajarlos ambos en la canción?
Sin duda la versión a la flauta AL,suena realmente bien después de tantos años.
D.
Están muy bien las dos, aunque quizás se ajuste más al tema 'príncipe' la segunda. La primera para el complemento pastoril.
Como D., yo también tengo debilidad por la primera. Es una melodía muy danielera, que sobre el papel (pautado) choca frontalmente con los acordes (la segunda nota que da, por ejemplo, es un fa sobre la menor), pero si te limitas a escuchar, suena estupendamente. Siendo sencilla, y lógica a su manera, no tiene nada de obvia.
Publicar un comentario