Atrévete a considerar que el mundo se ha parado:
lo que no pudo el hielo, lo logró el calor nefasto.
Fundidas por el cielo van nubes de mermelada.
Los hombres sueñan deshacer la senda condenada
y regresar, amebas o parásitos, al agua.
Sobran endecasílabos y estrofas concertadas:
la rima es simple, como el mar de acentos y palabras
que fluyen por el caño de mi lengua disecada.
El sueño es fresco: un sótano donde enterrar tus pasos.
Las moras siguen verdes, sin memoria. Por el prado
los perros olfatean las entrañas del verano.
Azar es la necesidad: esta ventana abierta
por la que escapa, líquida, la hipótesis de un pájaro.
Las causas y las cosas, sus heridas, han cesado.
Por no decirte nada, voy diciendo demasiado.
El hombre todo es su sudor: razón que vuelve al cielo,
un charco a punto de alcanzar la ingravidez del fuego.
Los decapentasílabos invaden la pantalla
con su sabor a campo de labor o de batalla.
Es hora de beber: sobre el rubor de la toalla
reposan las viandas sanguinarias del Valhalla.
Un verso de ocasión es nuestra vida, si es que es algo.
Apúrala y no temas comprender; ya hemos llegado.
lo que no pudo el hielo, lo logró el calor nefasto.
Fundidas por el cielo van nubes de mermelada.
Los hombres sueñan deshacer la senda condenada
y regresar, amebas o parásitos, al agua.
Sobran endecasílabos y estrofas concertadas:
la rima es simple, como el mar de acentos y palabras
que fluyen por el caño de mi lengua disecada.
El sueño es fresco: un sótano donde enterrar tus pasos.
Las moras siguen verdes, sin memoria. Por el prado
los perros olfatean las entrañas del verano.
Azar es la necesidad: esta ventana abierta
por la que escapa, líquida, la hipótesis de un pájaro.
Las causas y las cosas, sus heridas, han cesado.
Por no decirte nada, voy diciendo demasiado.
El hombre todo es su sudor: razón que vuelve al cielo,
un charco a punto de alcanzar la ingravidez del fuego.
Los decapentasílabos invaden la pantalla
con su sabor a campo de labor o de batalla.
Es hora de beber: sobre el rubor de la toalla
reposan las viandas sanguinarias del Valhalla.
Un verso de ocasión es nuestra vida, si es que es algo.
Apúrala y no temas comprender; ya hemos llegado.
4 comentarios:
Sigue usted escribiendo como Dios, eso sí. A pesar de la pantalla...
Muy amable, amigo Atrómeto. De los muchos registros divinos, yo prefiero el del Eclesiastés. ¿Y Vd.?
Pues yo, más bien depende del día: ciertamente, mi carácter propende al Eclesiastés pero mi condición de hombre casado me lleva a alternar El Cantar de los Cantares con El Libro de Job.
De vez en cuando, por desgracia, el temperamento se me desliza hacia el Apocalipsis, y solamente consigo remontar administrándome una abundante infusión de Salmos.
De todos modos, aspiro a poder algún día frecuentar tranquilamente los Evangelios y blasfemar de cuando en vez como todo el mundo :)
Con Dios.
Donde esté la prosa del Deuteronomio...!! Excelente poema, Al. Da para masticarlo (chakcharlo, me parece que dicen por los Andes) lentamente.
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