lunes, 26 de julio de 2010

El sueño del anochecer (II)


2.0 Ciertamente, las fuentes citadas se combinan en este sueño de manera bien perceptible; y dan como resultado un producto que no sabríamos analizar sin pararnos a pensarlo. No parece difícil; pero pudiera escapársenos.

Una de sus dificultades es que, como todo sueño, depende en ciertos detalles de otros sueños para su confirmación; es decir: utiliza un lenguaje común con el de otros sueños. Por ejemplo, la luna, frecuentemente (¡pero no he analizado todos los casos!) en mis sueños suele representar la propia elaboración secundaria, como imagen del mismo sueño, que se deja tomar como objeto de la consciencia. Pero esto ha de asumirlo el lector; como ha de asumir también que con todos los sueños y soñadores ocurrirá lo mismo. Cada soñador posee su código, que puede variar, pese a las coincidencias ocasionales y universales.

Lo importante, como principio de partida, no es el valor que atribuyamos a un término (aquí, luna = sueño), sino el grado de coherencia con que lo integremos en un conjunto. Y creo que podremos aceptar que la luna de este sueño represente (como en otros sueños propios) al propio sueño porque aquí también otros elementos lo están representando por igual. Hay un conjunto en que viene a integrarse.

2.1 Vemos que se encuentran todas las fuentes combinadas; lo importante sería decidir cual de ellas predomina y da sabor a la mezcla.

Y un buen método para la decantación podría ser el de preguntarse cómo se condensan y desplazan los contenidos de este sueño. Por ejemplo, el sol rojo condensa mi bilirrubina disparada, por un lado; pero también el sol ultramundano de mi viaje a Canarias; pero sobre todo, es pareja de la luna; aparece en la función de coincidir con la luna en el cielo. Y siempre en mis sueños, como par opuesto de la luna, puede indicar actividad vigiliar, consciencia diurna (así en el sueño citado de los pueblos del sur).

El paisaje árido de olivos tiene un suelo rojizo (como el terreno silúrico de mi pueblo) que condensa los significados de rojez del sol; a la vez, es alto como era alta mi posición en el avión; en este sueño pues, yo voy en avión; se repite la experiencia de mi viaje; desde una posición de altura, diviso al sol que ya se puso; y de algún modo, detengo el tiempo.

Y en la luna, son perceptibles los significados alusivos al sueño; pero también, como pareja del sol, la luna se encuentra llena, en plenitud. Se trata de una noche especial, no cabe duda. Y el sueño, aunque breve, fue extraordinariamente lúcido y detallado.

La oscuridad de la hora, la altura de aquella planicie, la presencia de la luna, indicadora de actividad nocturna, la detención del tiempo, o del sol, que no desaparece, nos evocan al sueño, puesto como objeto de contemplación del sujeto soñante.

2.2 Mi enfermedad de entonces se encuentra reflejada en la rojez del sol por varios motivos condensados: el sol representa vida vigiliar, única a la que afecta mi estado hepático; pero, también, el sol es, visiblemente, mi hígado enfermo, un órgano central, en estado de enrojecimiento inflamatorio.

La posición central le da el poder de impregnarlo todo, teñirlo todo, con su color. Como el sol de aquel atardecer, las emanaciones de mi glándula enferma habían coloreado mi vida, condicionado mi existencia, y me habían recluído en un lecho.

El paisaje desolado, árido, refleja este estado; es árido como evocación de mi postración de enfermo. Pero, si aceptamos tal interpretación, decidimos cuál sea el desplazamiento sufrido por el significado, y con ello, de qué trataba el sueño.

Y aquí, nos decidiríamos por una clase de interpretación; por ejemplo, decidiríamos que la aridez de aquel paraje se debía únicamente, en el fondo, a la evocación de mi enfermedad (lo que sería arriesgado en este sueño, donde la aridez del paraje puede representar también su altura, su infrecuencia, su soledad, etc).

Con el desplazamiento debemos encontrar el orden en el que han sido colocados todos los elementos que aparecen en la condensación; cómo hay que valorar a cada uno en el conjunto; y qué lugar ocupan.

2.3 ¿Con qué he soñado? ¿Hasta dónde se han desplazado (hasta qué detalles) los contenidos del sueño?

Porque podría tratarse, también, de algún sueño de carácter astronómico, centrado en esa conjunción sol-luna, con sus implicaciones míticas.

La conjunción de las dos luminarias en el plenilunio era muy festejada por los antiguos egipcios (la llamada Fiesta de la reunión de los Dos Toros); pese a mi fervor por estos temas, en la época de mi sueño aún no conocía este preciso dato. No obstante, era deductible del espíritu general del conjunto de los mitos egipcios; y de mi propia experiencia, testigo repetido del evento astronómico en mis paseos habituales.

Recurrir a una mito-lectura del sueño, interpretado a la luz del simbolismo, me parece tan atractivo como inútil. La única lectura posible es la que unifique todas las referencias que ofrece el sueño.

3.0 De momento, la mayor parte de los términos del sueño se centran en la elaboración secundaria, la percepción del sueño desde dentro del sueño: luna, altura del paraje, sol detenido, atardecer y oscuridad; incluso, la aridez y soledad del paisaje, pueden concordar con una descripción del propio sueño, proyectado como un espacio más allá de este mundo (exterioridad de las estepas).

Siendo así, mi sueño evocaría, entre todas las fuentes, la de mi viaje en avión; la altura aparece como sinónimo del nivel propio del espacio onírico, una altura a la que sólo llegan los ecos de la vida diurna de abajo.

Y desde esa altura, como desde el avión, encuentro al sol, que ya se había puesto.

El término de la luna se integra en este punto. La luna no aparece en mi viaje en avión, que realicé despierto. La luna marca aquí la oposición despierto-dormido como imagen del sueño: ahora estoy soñando; y vuelo en otro tipo de avión.

La aparición anómala del sol tiene que ver con la importancia propia de la noche del plenilunio, o tipo de sueño especialmente claro. Es de noche; me hallo soñando; pero el sol, la consciencia despierta, aún ilumina; y aunque sólo en cierto modo, me encuentro como despierto. Y la luna llena (cuya influencia sobre los sueños y la vida orgánica era muy comentada por mí en la vida vigiliar de entonces) conlleva ese estado de lucidez como equivalente a un sol nocturno.

No sólo se describe el sueño como objeto; se describe, además, cierto tipo de sueño (que solemos soñar a veces) especialmente lúcido, y que parece gozar como de cierta autonomía frente a la realidad vigiliar; que dispone de un sol, y de un horario y tiempo, autónomos; y también, de un espacio propio. Un mundo que no está nada mal.

3.1 ¿Llega hasta aquí el desplazamiento del sueño? ¿Se acaba aquí la interpretación? Si fuera así, ¿qué significan ahí las alusiones claras a mi enfermedad?

Hasta ahora, no hemos podido integrarlas en el conjunto. Pero no es tan difícil. Dentro de una interpretación alegórica, como la comentada, la mención de mi estado concreto y vigiliar como enfermo carece de significado mitológico de altura (¡comparable a los del sol y la luna!). Y uno no sabría cómo integrarla ahí (habría que evocar, tal vez, las rojeces de los tormentos infernales; o tal vez, algún proceso alquímico, etc). Lo malo de este método es que carece de fronteras y explica los conjuntos únicamente por elementos externos, prescindiendo del conjunto, reducido a un epifenómeno más.

Pero con la lectura anterior, si el sueño es el último objeto del desplazamiento, las alusiones a mi enfermedad cobran pleno sentido. Como la luna se opone al sol, el sueño se opone a la vida vigiliar, dominada, en este caso, por mi enfermedad hepática.

La rojez de mi glándula inflamada se refleja en la del sol, no sólo como imagen de la centralidad de ambos, sino también porque el sol es la imagen de mi vida despierta, dominada por mi estado hepático.

Hay una oposición sueño-enfermedad, tanto como la hay entre sueño y vida vigiliar.

Se explica bien cómo la luna, imagen del sueño, se va liberando de las brumas amarillentas (también tinción hepática) y va brillando cada vez más blanca. Ella es el sueño, un estado exento de cargas vigiliares.

Mi enfermedad queda, a la vez, como imagen de mi vida vigiliar (ambas condensadas en el término del sol); y se ve representada, siempre unida a mi vida vigiliar, en contraste con el propio sueño.

Pero el sueño no se opone a ningún estado de enfermedad; como término lógico, portador de un significado, se opone al estado de vigilia. Hay que entender, pues, que la alusión a mi enfermedad sirve de desplazamiento a una alusión a mi propia existencia; la enfermedad no era el último objeto en las referencias que la escenificaban; el último objeto era mi propia vida (vigiliar), único término que se puede poner en oposición al sueño. Y la enfermedad era como una metonimia, una parte por el todo, de mi existencia; una existencia oprimida bajo diversas cargas; a la que se contrapone el paseo liberado por un mundo vacío, sin tiempo, misterioso y sin dolor.

3.2 Cabe entender con qué finalidad se hayan dispuesto así los términos en este sueño; que es como preguntarse por la finalidad y funciones del sueño.

De momento, tenemos derecho a preguntarnos qué se haya buscado en esta contraposición sueño-vida vigiliar.

La comparación entre ambos pudiera favorecer claramente al sueño frente a la vida vigiliar. Pero no resulta tan claro si reparamos en que, pese a sus aires de liberación, el paisaje onírico nos ofrece un aspecto desolado, solitario y desértico. No obstante, hay olivos, una señal de vida resistente. Pero también este mismo tipo de vegetación acentúa más aún la sequedad y dureza del suelo del que brota. Es un paraje agradable, pero duro. Se propone, en el sueño, como un paraje ideal; pero a costa de ciertas renuncias.

De modo que tomar este sueño como una realización de deseos (el sueño como evasión de las cargas vigiliares), al estilo de Freud, nos deja fuera una característica esencial de la estructura de su discurso.

El sueño no representa ninguna evasión de la vigilia porque yo no realizo en él ningún deseo concreto insatisfecho.

Como en el caso del llamado Sueño de los Pueblos del Sur (con el que ofrece tantas coincidencias), analizado ya en otro trabajo, mi único deseo lo es el propio sueño; el deseo de poder percibir lúcidamente dentro del espacio onírico; no el deseo de realizar deseos dentro de sueños enajenados; sino el deseo de rescatar la consciencia perdida (el sol ya puesto) dentro del sueño. Para lo cual, el sueño no propone el placer de la evasión por la satisfacción; sino, al revés, representa un espacio árido y oscuro como imagen del rigor y el hábito de análisis que un cultivo así de la consciencia pudiera suponer.

Al especificarnos un tipo de sueño, el guión del sueño deja implícito también un tipo de conducta en que tales sueños puedan basarse.

Sólo con este método, y a través de tales vías, podría yo subir hasta ese desolado paraje del sueño, donde no pasa el tiempo, donde la vida vigiliar sólo es un recuerdo.

Y también, como el sol condensa mi vida vigiliar y mi enfermedad, la luna llena condensa, en la misma clase de metonimia, el significado del sueño y el de un estado especialmente lúcido del sueño. Aparece el sueño lúcido de plenilunio como imagen del sueño mismo.

Gracias a la oposición sueño-vigilia, que deja claro al sueño como a una situación de libertad a la que se accede con las renuncias de un método riguroso, podemos ver al sueño como a un estado perpetuamente lúcido, de eterno plenilunio, comparado con las penurias de nuestra vida vigiliar.

3.3 De este modo, la finalidad del sueño comentado (como parte de una teoría más general) no consiste en descargar la vida vigiliar de tensiones insatisfechas, evacuadas al exterior nocturno; al contrario: consiste en un método para ir llenando nuestra vida vigiliar de sugerencias, comentarios, conocimientos, que vienen a enriquecer, no hay duda, nuestra existencia consciente; pero también, a dirigirla y a encauzarla con sus mensajes que, siempre indescifrados, obedecemos sin saber (o con los que, una vez descifrados, podemos gustosamente colaborar).

De nuevo, como en anteriores análisis, se nos impone la misma conclusión: los sueños, como imagen anticipada de todo lo que podemos realizar. Los sueños como lo más factible de nuestras vidas.

Antonio Hernández Marín

20-3-00

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