miércoles, 17 de mayo de 2006

Un mundo muy neumático


Cuando yo estudiaba COU, Un mundo feliz era lectura obligada. He descubierto este año que algunos profesores de Filosofía siguen enviándola al encuentro de nuestros alumnos, lo cual me alegró (pensé que, a estas alturas, Orwell se había comido todo el tarro de las distopías).

En clase de COU el profesor se explayaba sobre la obra pero decía poco o nada de Huxley. Tardé en entender por qué. En el humanismo cristiano que los padres viatorianos nos vendían, las críticas al materialismo y el cientificismo caían bien —pero nadie habría sabido dónde poner la mescalina y la Filosofía Perenne. De hecho, no parece fácil conciliar al ironista Huxley con el gurú de la psicodelia —aunque Sócrates y Jesús el Cristo fueron unos Jokermen de lujo, y lo mismo se podría decir de Alan Watts, Ken Kesey, Dylan y todos los discípulos Zen dispuestos a socarrar al Buda.

Aunque nos enseñaron a odiar el enfoque biografista, es innegable que la vida de Huxley rima con su obra de un modo escandaloso: obsesión familiar por la Ciencia, suicidio, niño Alfa-Más débil e inadaptado.

Lo que hizo en Un mundo feliz es casi imperdonable: llevó a las últimas consecuencias la creencia democrática en que el bienestar de los más vuelve despreciable el sufrimiento snob de los inadaptados. Se adelantó, además, a la idea del desarrollo sostenible y el reciclaje ecológico de nuestros restos. Como aquella máquina de la película de CF, que amplificaba con logaritmos marcianos los contenidos del Inconsciente, Huxley nos regaló todo lo que creíamos querer (hedonismo hi-tech, libertad sexual, drogas recreativas) con la esperanza nada secreta de que echaríamos de menos lo que pensábamos aborrecible (espiritualidad, dolor, frustración). Toma esta manzana, amiguito, / y también a medias / el gusanito (Isabel Escudero).

Si Frankenstein fue la respuesta de las sombras románticas al progresismo del XIX, Un mundo feliz ha sabido lidiar con la versión siglo XX del mismo virus. Hillman diría que en ambas obras lo que la psique reivindica es su derecho a la patología y la metamorfosis. Llámenlo, si quieren, disidencia y sociedad abierta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin mucho tiempo hoy, recordar al Huxley esotérico (no sólo el inconformista), un tanto sectario (sus actividades por California, levantando templos a Isis -libro juvenil de poemas de Dylan dedicado a Isis-), accidentes que han afeado su magnífica carrera como novelista e intelectual. Desde sus experiencias iniciales(Contrapunto, Ciego en Gaza, etc...), la estrucura de sus obras fosilizó en el esquema un tanto simplista y repetitivo de la llamada novela de tesis. Y siempre nos regala esa escena final en la que el supuesto gurú de la obra explica a sus seguidores (y el protagonista de la novela es siempre su primer seguidor) el contenido de la misma.
Lo prefiero en su Contrapunto, obra maestra de la ironía y la flexibilidad. Uno de mis maestros juveniles. Homenaje.
Saludos.

Grifo

Anónimo dijo...

¿Qué es un niño Alfa-Más, Ale?

Al59 dijo...

Los Alfas son la casta superior en Un mundo feliz, y los Alfa Plus lo más de lo más. How does it feel to be / one of the beautiful people?

Anónimo dijo...

Ay, el COU...
(Gracias!)