jueves, 22 de febrero de 2007

Cuántas veces, amor, habré muerto


Un regalo para frikis de Ciento Volando y/o Agustín García Calvo: siete canciones del libro Valorio 42 veces.

*

Creo que fui el primero de la tribu en enamorarme de este poemario, que no es el más conocido de su autor, pero sí el mejor. (Luego he sabido que un bardo zamorano, Luis Ramos, había musicado también varias de estas piezas, aunque no he tenido el gusto de oírlas. A ver si alguien se anima a divulgarlas.)

Canciones y soliloquios es un universo en el sentido unamuniano, inabarcable, y el afamado Sermón de ser y no ser un intento logrado pero algo farragoso de épica filosófica. Sólo el Libro de conjuros y el Relato de amor (endecha) podrían competir en calidad e intensidad con este librino, e incluso en ellos el poeta docto y raciocinante se impone con demasiada frecuencia al lírico dolido y enamorado.

De los muchos poemas memorables de Valorio, traigo hoy éste, el XXXIV, que fue de los primeros que musiqué, un poco al estilo CRAG/Solera.




¡Cuántas veces, amor, habré muerto
desde que me conociste!

Una vez, quedé caído
de aquellas tapias entre las mimbres.
Nadie levantó mi cuerpo:
sobre él cantaban las perdices.
Pero al cabo de tres días
por una ventana
tú me llamaste, y vine.

¡Cuántas veces, amor, habré muerto
desde que me conociste!

Otra vez, me ahogué en el Duero
junto a la isla de los Caciques.
Sobre el lodo de mis ojos
zumbaban tábanos y cínifes.
Pero, como tú gritaste
mi nombre a la orilla,
«Sí, aquí estoy» te dije.

¡Cuántas veces, amor, habré muerto
desde que me conociste!

Otra, me caí del tren
por la barranca de los raíles.
A lo hondo allá mis huesos
quedaron rotos y difíciles
Pero vino un telegrama
de ti, y me puse
en pie para recibirte.

¡Cuántas veces, amor, habré muerto
desde que me conociste!

Otra vez también, un tiro
de sien a sien cruzó mis meninges.
Por las ondas de mi sangre
me desleía en arco iris.
Pero tú dijiste «Eso
te pasa por malo»,
y ¿cómo contradecirte?

¡Cuántas veces, amor, habré muerto
desde que me conociste!

Muchas veces en la noche
morí, morí por el mar sin lindes.
Era el reino de las sombras
que ni de nombre se distinguen.
Pero por la mañanita
me daba lo mismo,
porque decías «Vive».

¡Cuántas veces, amor, habré muerto
desde que me conociste!

Era yo como una ristra
de mil y mil monedas de níquel,
y eras tú su cordelito
que las sumaba en suma firme.
Cuando ya no me conozcas,
guardiana del alma,
¿cómo podré morirme?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué hermosas letras para tan particular sentimiento universal, sí...
Siempre sugerente, casi siempre sorprendente, este poeta que tantas veces nos acerca vd., don Alejandro.

MarPita dijo...

Gracias por el comentario elogioso, en lo que me toca, de la revista 'Caminar conociendo'.
Allí puede encontrar otro poema de García Calvo en esta dirección:
http://ever-enen.blogspot.com/2006/12/agustn-garca-calvo.html

Talín dijo...

Perdone la intromisión, pero he leído que asi mismo le gusta Luis Alberto de Cuenca. Pues bien también en 'Caminar Conociendo' aparecen numerosos poemas de Luis Alberto de Cuenca

Al59 dijo...

Marpita y Talín: qué maravilla, gracias. Para beneficio de navegantes, me tomo la libertad de añadir un enlace a vuestro blog en el mío.

MarPita dijo...

Pues yo haré lo propio y pondré el tuyo en el mío para que no se me olvide