domingo, 31 de diciembre de 2006

Si alguien pregunta por Dios


...Ayer hablábamos, de pasada, de Mei, aquel maestro de esgrima mental y hacedor de figuras (no sólo retóricas) que, más por actitud que por físico, tengo asociado desde pequeño al despiadado Ming. Hoy topo con este poema en prosa, característico de su hacer, y me parece una buena manera de despedir el año. Así sea.

Si alguien pregunta por Dios, habría que guardar silencio. Habría que hacerse noche, o niebla, o espera; y dejar sin apoyo su pregunta. Que caiga la interrogante hacia su propio abismo por fuera y por dentro hasta encontrar la respuesta que la rompa como un golpe al silencio.

Si alguien necesita a Dios, habría que acercarle a Él. Llevarle hasta Sus puertas dulcemente doradas, hasta Sus límites de cristal de mil colores y enseñarle una oración y el protocolo de una reverencia.

Si alguien vive sin Dios, habría que olvidarle. Ni tan siquiera pensar en él, porque podríamos turbar una idea no nacida. No cometamos el sacrilegio de romper el precinto tras el que dormita el genio.

Si alguien destruye a Dios, habría que ayudarle. Darle nuestra fuerza, nuestra astucia, nuestra total falta de compasión: ponernos por entero al servicio de su obra y que se acabe Dios de una vez para siempre.

Y si alguien comprende, regalémosle una sonrisa.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

El encendido Luis Antonio Lázaro Costa, 'periodista especializado' (¿en qué?), dice de Mei, el autor del poema de hoy: 'Mei fue uno de los grandes diseñadores de la Conciencia del siglo XX'.
Después, hablando de la agonía de Mei, afirma: 'Su rostro luminoso y bellísimo daba a entender que había realizado el 'tránsito' con éxito'.
Creo que exagera. Quiero decir: no por ser Mei el creador que fue tuvo, encima, que resultar bello y luminoso mientras se estaba muriendo. Creo que a todo el mundo se le queda una cara muy pálida.
Después, dice: 'Era difícil detectar que a MEI le pasaba algo al verle, siempre mantenía su temple de acero...' Según lo cuenta, a Mei podía ocurrirle algo al verlo -por ejemplo, que quisiera salir corriendo-; pero no se le notaba; el periodista y Navegante quiso decir: 'Era difícil, al verle, detectar que a Mei le pasaba algo'.
Lo cual era verdad; porque hubo vez en que le pisé un callo del pie derecho y ni me enteré de si se había enterado.
Si para comprobar lo dicho está el 'poema' hoy citado, entonces tengo que decir SÍ, simplmente SÍ. Tal vez la palabra genial se haya inventado para cosas así. El poema empieza ya muy, muy, bien y muy alto. Sólo un equilibrista puede terminarlo más alto todavía, de sorpresa en sorpresa. Mei no hacía 'literatura' en sentido estricto. Mei parece, más que un poeta (un artífice verbal), un iluminado que revela. Ni busca las palabras, como hace el poeta, ni se pelea con ellas; al contrario: las palabras parecen haber acudido a él, a su llamada. Su posición es la de los místicos. Y su impacto se debe a la altura de sus visiones. Y, de literario, tiene la sencillez y la economía (afortunadamente, ni fue un genio barroco ni se sintió escritor): que la palabra se le convierta en medio transparente, sin importancia (lo mismo hicieron antes otros místicos).
Quedo impresionado por su originalidad. En cambio, no creo que fuese guapo (o me trae al fresco). No hay que pasarse.
Saludos.

Grifo

Al59 dijo...

Exacto: fluyen sin esfuerzo, como purificadas. En la web de la Escuela de Navegantes también hay textos notables, como este relato, no sé si tradicional:

Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle.

Después de mucho andar, el hombre se dio cuenta de que tanto él, como su caballo y su perro habían muerto en un accidente (a veces los muertos toman tiempo para comprender su nueva condición).

La caminata era muy larga, montaña arriba; el sol era fuerte, y ellos estaban cansados, sudados y tenían mucha sed. Necesitaban desesperadamente agua.

En una curva del camino vieron una puerta magnífica, toda de mármol, que conducía a una plazoleta con piso de oro, en el centro de la cual había una fuente de la que manaba agua cristalina. El caminante se dirigió al guardián que, dentro de una ornamentada casilla, vigilaba la entrada.

"Buenos días", le dijo.

"Buenos días", respondió el guardián.

"¿Qué lugar es este, tan lindo?" preguntó el hombre.

"Este es el Cielo", fue la respuesta.

"¡Qué suerte que llegamos al Cielo! Tenemos mucha sed", dijo el hombre.

"Pues el señor puede entrar y beber agua a voluntad", contestó el guardián, indicándole la fuente.

"Mi caballo y mi cachorro también están sedientos", comentó el hombre.

"Lo lamento mucho", dijo el guardián,"pero aquí no se permite la entrada a los animales".

"Pero ellos me han acompañado siempre", dijo el hombre. El guardián se limitó a menear la cabeza negativamente.

El hombre quedó muy desilusionado, porque su sed era grande, pero decidió no beber si sus amigos no podían hacerlo. Así que prosiguió su camino.

Después de mucho caminar montaña arriba, con sed y cansancio multiplicados, llegaron a un sitio cuya entrada estaba marcada por una vieja puerta entreabierta.

La puerta se abría hacia un amplio camino de tierra, con verdes árboles a ambos lados que brindaban buen cobijo del sol. A la sombra de uno de ellos había un anciano de blanca barba, apoyada sobre el tronco; parecía adormilado, con la cabeza cubierta por un sombrero. El caminante se aproximó.

"Buenos días", le dijo.

"Buenos días", respondió el anciano.

"Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo. Hay algún lugar donde podamos encontrar agua?"

"Detrás de aquellos matorrales hay un manantial", contestó el anciano. "Pueden beber a voluntad".

El hombre, el caballo y el perro fueron hasta el manantial, y finalmente pudieron calmar la sed y refrescarse. Al volver hasta donde estaba el anciano, el hombre le agradeció.

"Pueden volver cuando quieran", fue la respuesta.

"A propósito", dijo el caminante, "¿cuál es el nombre de este lugar?"

"Están en el cielo", contestó el anciano con una sonrisa.

"¡Pero no es posible!" exclamó el hombre. "El guardián que estaba al pié de la montaña , junto al gran portal de mármol, nos dijo que el Cielo era aquel!"

"No, aquello no es el cielo, es el infierno."

El caminante quedó perplejo. "¡Pero entonces, esa es una información falsa, y puede causar grandes confusiones!"

"De ninguna manera", respondió el anciano.- "La verdad es que ellos nos hacen un gran favor, porque allá se quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…".

Anónimo dijo...

"Habría que hacerse noche, o niebla, o espera"
Me gusta esta conjunción de palabras, o lo que evocan.
Flash Gordon me fascinó en mi infancia pero a Mei acabo de conocerlo... Tanto gusto.
"Si alguien destruye a Dios, habría que ayudarle. Darle nuestra fuerza, nuestra astucia, nuestra total falta de compasión: ponernos por entero al servicio de su obra y que se acabe Dios de una vez para siempre"- Y sonreír...
Saluxx!
Drix

Anónimo dijo...

"Habría que hacerse noche, o niebla, o espera"
Me gusta esta conjunción de palabras, o lo que evocan.
Flash Gordon me fascinó en mi infancia pero a Mei acabo de conocerlo... Tanto gusto.
"Si alguien destruye a Dios, habría que ayudarle. Darle nuestra fuerza, nuestra astucia, nuestra total falta de compasión: ponernos por entero al servicio de su obra y que se acabe Dios de una vez para siempre"- Y sonreír...
Saluxx!
Drix

Anónimo dijo...

"Habría que hacerse noche, o niebla, o espera"
Para dejar los impulsos que publican repeticiones inútiles, cual ha sido mi caso por un malentendido teclado & yo.
Pero siempre, saluxx&sonrisa
Drix
P.D. El malentendido fue con la verificación de la palabra, repito, con la v