sábado, 24 de marzo de 2007

Va a caer una buena


De los libros del antropólogo y folklorista José Manuel Pedrosa siempre salen chispas. Se abre al azar uno cualquiera y surge, por ejemplo, esta letanía tradicional recogida por Fernán Caballero:

Yo vi un toro bramar desde una nube,
vi salir fuego de una cantimplora,
vi salir agua, es cierto, de un arado,
vi dos bueyes hablar a una señora,
vi dos hombres comiéndose a un caballo,
vi unos perros jugando a la pelota,
vi unos niños tragarse tres navíos,
vi el alto mar de leche abastecido,
vi una taza de cien codos,
vi una torre que andaba por un prado,
vi una vaca tocar la chirimía,
vi un sacristán verdad, por vida mía.

Con este punto de partida, Pedrosa define el tipo (la visión disparatada) y llega grado a grado hasta El Aleph de Borges [Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto rojo (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó...] El juego nunca termina: una vez puesto en marcha, uno sigue por su cuenta, evocando por ejemplo las visiones de Dylan, que se vierten casi solas en estos lodos:

Va a caer una buena

¿Por dónde estuviste, ojitos azules?
¿Por dónde has estado, querido muchacho?
He dado un traspiés
con la falda de doce montañas nubladas,
caminé y me arrastré por seis rutas torcidas,
hice pie en la mitad de seis tristes océanos,
avancé once mil millas dentro de un cementerio
y estoy viendo que en breve va a caer una buena...





1 comentario:

Anónimo dijo...

Y las estampas de San Juan en el Apocalipsis... La congeries visionarias. Sería la falsilla primitiva de todo el género, ¿no?

Un saludo, Al(eph).

jr