He pasado estos días un rato estupendo con los amigos de la tertulia política del Ateneo, que fundara el maestro García Calvo, y que, a pesar de la pérdida de este, sigue gozando de salud envidiable. Estuvimos repasando algunas de las canciones incluidas en mi libro favorito de Agustín, Valorio 42 veces, del que ya hemos hablado alguna vez aquí. Esta es una de ellas, la XXXI. Así suena en la versión instrumental de la Orquesta Encantada (las dos primeras rondas de la flauta se corresponden con la voz; las dos siguientes, con un solo instrumental).
La sombra de la víbora
no tiene veneno.
Entre las vïoletas
se enrosca el Tiempo.
Y ya, compañerita de mis edades,
te lo agradezco
todas las armas
que no empleaste.
Los besos de la guerra
desgarran mi aire.
Se enzarza Eva pequeña
con mil Adanes.
Y yo, compañerita, tan cerca y lejos,
como tú sabes,
lo que no hiciste
te lo agradezco.
Tu amor en esta selva
se va desprendiendo
de amor, y queda un blanco
de fruto tierno.
Y aquí, compañerita, por las aljabas
del mal no hecho
mi cuerpo herido
te da las gracias.
Sangrando la paloma,
la sierpe helada.
¡La vida tras tus ojos,
tu furia mansa!
Y tú, compañerita de mis escuelas,
por tanta nada
tan pïadosa
bendita seas.
1973
Y así viene a sonar cantada, con algún error que otro:
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