martes, 3 de enero de 2006

Fiestas de guardar



Incluso el viejo cascarrabias zamorano tiene que admitir, en algún rincón de su vasta obra, que a veces uno se lo pasa bien —e incluso mejor. Como escribe, ponderadamente,

Para que haya vida que recordar,
a veces uno vive también feliz.

Nunca se sabe. Es imposible no desconfiar de las fiestas (diversión a fecha fija y por mandato), como obra que son del Poder, limosnilla turbia y envenenada; pero no parece que el Señor pueda estar del todo seguro de que el tributo cíclico que paga al Dios Vendado no vaya a dar pie a quién sabe qué ocurrencias revoltosas, cuya influencia traspase el tiempo de licencia permitido e invada sin apuro el día a día posterior. Con independencia de lo que dicte el calendario, todas las revoluciones empiezan en días de fiesta, desahogos que le abren a uno los ojos y le vuelven remiso a volver sin más al redil. Benditos sean.

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