El Príncipe de Beukelaer tiene
una camisa color nieve
y una capa azul
y un pelo tan negro
como el ala de algún cuervo
manchada de betún.
Vive en una caja de galletas,
el Príncipe no se queja,
él es feliz así
y aunque su madre prefiriría algo más serio,
el ésta a gusto con su reino aquí.
Y en las noches de tormenta
el Príncipe de Beukelaer
sale a pasear por la despensa
y baila con la Bella Easo
un viejo vals.
Nadie sabe cuántos años tiene,
alguno más que diecinueve,
y aunque en general
sus súbditas son de vida breve,
ellas saben que las quiere
y siempre hay más.
Y con su bonete rojo
y sus zapatos de bufón
el Príncipe toca su tonada
con una lira encantada
hecha en Taiwan.
[Sigo con la labor de rescate por las cassettes cientovolanderas de los primeros 90. Quizá la primera canción de Ciento Volando (de mi cosecha, al menos), tuvo dos letras antes de hallar ésta, que a toro pasado parece evidente. La armonía es modal (eólica), y quizá por eso Alfonso, aunque no toca en la grabación, se avino a componer las frases de teclado del solo final, medievalizantes, que complementan las de Daniel a la flauta y acaban cruzándose con ellas. La introducción se compuso para simarra, una especie de salterio doméstico, pero no hubo ocasión de grabarla con él. (Quien quiera paladear su timbre, lo hallará al comienzo de este otro tema.) Daniel compuso el bajo y la segunda voz, y hay algo suyo, más difícil de precisar, que flota por toda la canción: un retrato indirecto de lo que íbamos siendo, con algo más de diecinueve y la infancia a la vuelta de la esquina.]
una camisa color nieve
y una capa azul
y un pelo tan negro
como el ala de algún cuervo
manchada de betún.
Vive en una caja de galletas,
el Príncipe no se queja,
él es feliz así
y aunque su madre prefiriría algo más serio,
el ésta a gusto con su reino aquí.
Y en las noches de tormenta
el Príncipe de Beukelaer
sale a pasear por la despensa
y baila con la Bella Easo
un viejo vals.
Nadie sabe cuántos años tiene,
alguno más que diecinueve,
y aunque en general
sus súbditas son de vida breve,
ellas saben que las quiere
y siempre hay más.
Y con su bonete rojo
y sus zapatos de bufón
el Príncipe toca su tonada
con una lira encantada
hecha en Taiwan.
2 comentarios:
Cómo nos gustaba a clara y a mi esta canción... Me acuerdo de la cinta de Ciento Volando que teníamos, con la carátula pintada de azul... La de veces que la pusimos en el radiocasete, o la rebobinamos con un boli bic para no gastar las pilas del walkman. Si en la canción dice alguno más que diecinueve, nosotras debíamos andar por la quincena, madremíacómopasaeltiempo...
besos albanese
Besos para ti, Pulgarcita. Tus comentarios siempre me dan una perspectiva nueva (y muy grata) de las canciones. Pienso, entonces, que ha tenido sentido todo: componerlas, grabarlas, rescatarlas. Seguiré en ello (la próxima parada: Joe Cast).
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