viernes, 9 de junio de 2006

Postrimerías


Hoy en clase aparecieron, sin que nadie recuerde haberlos invocado, los Jinetes del Apocalipsis. El caso es que no recordábamos si eran nueve (como los Jinetes Negros), siete (como los enanitos) o cuatro (como los elementos). La duda me ha llevado a pasar esta madrugada sumergido en la lectura del Apocalipsis, libro fascinante donde los haya (pero en el que nunca me había detenido realmente). Por si alguien tuviera tiempo y coraje para seguirme, aquí van en primicia mis apuntes apresurados.

Apocalipsis: el gozo tras la aflicción

1. El género apocalíptico Sucede con el Apocalipsis lo mismo que con el Evangelio: estamos acostumbrados a pensar en él como un libro único (en este caso, el Apocalipsis por excelencia es el de san Juan, libro canónico que cierra el Nuevo Testamento) cuando en realidad constituye un género literario del que conocemos varios ejemplos.

La palabra griega apocalipsis está construida a partir del verbo kalýpto, «esconder» (recordemos a Calipso, la ninfa que esconde en su isla a Ulises). El verbo derivado apo-kalýpto significa *«des-esconder», es decir, sacar a la luz lo que estaba oculto, «desvelar», «revelar». Puede, pues, traducirse como Desvelamiento o Revelación. De hecho, en una Biblia inglesa el libro que llamamos Apocalipsis se titula Revelations o Book of Revelation.

El género apocalíptico surge dentro de la cultura judía, y sus primeras manifestaciones se remontan al siglo II antes de Cristo. Nace como una evolución del género profético, practicado por personajes como Isaías, Ezequiel o Jeremías. Estos hombres, inspirados por YaHWeH (el dios judío), tuvieron visiones de lo que iba a suceder al pueblo de Israel y las comunicaron a sus compatriotas para intentar que la comunidad volviera al camino de la salvación.

Mientras que en los libros proféticos lo esencial es la predicación del profeta, que intenta influir en sus conciudadanos y apartarlos del mal, en el apocalipsis se enfatiza el elemento visionario: el núcleo de un libro de este género es la visión sobrenatural que Dios concede a un Elegido, generalmente referida al fin del mundo, la llegada del Mesías y el inicio del Reino de Dios.

Dado que los apocalipsis se centran en la descripción de los sucesos últimos (en griego tà éskhata), tienen un carácter escatológico. [En el buen sentido de la palabra… Por un curioso capricho del destino, en castellano son homófonas y por tanto parónimas dos palabras de significado y origen totalmente distintos: escatológico 1, «sobre el fin de los tiempos» y escatológico 2 (de skátos, «excremento»), «referido a los excrementos» (por ejemplo, un chiste escatológico).]

Es esencial al género apocalíptico el fatalismo: la idea de que el futuro está predeterminado según un plan divino. Eso tiende a restar importancia a las decisiones de los seres humanos, pues hagan estos lo que hagan, lo que tiene que pasar, pasará.
Aunque su fatalismo entre en conflicto con la libertad humana, el apocalipsis es ante todo un mensaje de esperanza: tiene como objetivo recordar a la comunidad de los creyentes, en momentos de crisis y sufrimiento, que la historia tendrá un final feliz: más temprano que tarde, el mal será derrotado y los que hayan permanecido fieles al Señor tendrán su recompensa.

El apocalipsis presenta el final de los tiempos como un parto doloroso y sangriento, un trago difícil por el que hay que pasar para que sea posible el nacimiento de un mundo nuevo.

2. Apocalíptica judía

Hay elementos apocalípticos en algunos libros proféticos del Antiguo Testamento, como los de Isaías (capítulos 24-27), Daniel y Ezequiel. En este último aparece una imagen que se convierte en un elemento clásico del género: Dios ofrece al profeta un libro que contiene la palabra divina, y éste se lo come, asimilando así la Verdad (Ezequiel 2: 9 – 3: 3):

Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un rollo. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes.
Y me dijo: «Hijo de Adán, come lo que tienes ahí; cómete este rollo y vete a hablar a la casa de Israel». Abrí la boca y me dio a comer el rollo, diciéndome: «Hijo de Adán, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este rollo que te doy». Lo comí y me supo en la boca dulce como la miel. El autor del Apocalipsis cristiano atribuido a san Juan retoma esta imagen simbólica (Ap. 10: 8-10):

La voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo diciendo: «Ve a tomar el libro abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra». Me acerqué al ángel y le dije: «Dame el librito». Él me contestó: «Toma y cómetelo; te amargará las entrañas, aunque al paladar te sabrá dulce como la miel». Tomé el librito del ángel y me lo comí; en la boca me sabía dulce como miel, pero cuando me lo tragué sentí una amargura en las entrañas. La verdad de la revelación es amarga porque anuncia las desgracias y pruebas por las que tendrán que pasar todavía los fieles; pero al mismo tiempo es dulce porque al final de todos los pesares llegará el Reino de los Cielos.

Además de los elementos apocalípticos incluidos en los libros proféticos del Antiguo Testamento, entre el 200 a.C. y el 100 d.C. se escribieron unos 21 libros apocalípticos, atribuidos a personajes prestigiosos de la religión judía, como Noé, Enoch, Baruch y Abraham. Algunos de estos libros se titulan Apocalipsis; otros, Testamentos (pues el narrador confía su visión a los que le rodean en su lecho de muerte).

3. Apocalíptica cristiana

Los cristianos prosiguen con entusiasmo la tradición apocalíptica judía, pero introducen en ella importantes novedades:

  • los personajes a los que se atribuyen las visiones ya no son sólo patriarcas de épocas lejanas, sino también los apóstoles de Cristo (en especial, Pedro, Juan y Pablo);
  • el objetivo es asegurar a los cristianos que las persecuciones a las que les sometían los emperadores de Roma (en especial Nerón y Domiciano) no serían eternas: antes o después, el Imperio caería y la nueva religión se impondría, transformando el mundo.
En los evangelios llamados sinópticos (de Marcos, Mateo y Lucas) hay un pasaje claramente apocalíptico. Leemos un fragmento de la versión de Mateo (24: 6-13 y 29-31):

Van a oír estruendo de batallas y noticias de guerras. Miren, no se alarmen, que eso tiene que suceder, pero no es todavía el final. Porque se alzará nación contra nación y reino contra reino, habrá hambre y terremotos en diversos lugares, pero todo eso no es más que los primeros dolores. Los entregarán al suplicio y los matarán, por mi causa los odiarán todos los pueblos; entonces fallarán muchos, y se delatarán y odiarán unos a otros. Saldrán muchos falsos profetas y extraviarán a mucha gente; al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría, pero el que resista hasta el final se salvará.

(…) Inmediatamente después de la angustia de aquellos días el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Y entonces brillará en el cielo la señal de este Hombre; y todas las razas de la tierra se golpearán el pecho viendo venir a este Hombre, sobre las nubes, con gran fuerza y majestad; y enviará a sus ángeles con trompetas sonoras y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. También es claramente apocalíptica una de las cartas atribuidas a san Pablo, la segunda epístola a los tesalonicenses. En ella se describe a un personaje fundamental del imaginario apocalíptico: el Anticristo (2 Tes 2: 3-10), cuya llegada anuncia el fin del mundo

Primero tiene que llegar la apostasía y aparecer la impiedad en persona, el hombre destinado a la ruina, el que se enfrentará y se pondrá por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose el mismo Dios. ¿No recuerdan que estando aún con ustedes les hablaba de esto? Porque esta impiedad escondida está ya en acción: apenas se quite de en medio el que por el momento lo frena, aparecerá el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el aliento de su boca y aniquilará con el esplendor de su venida. La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás, con ostentación de poder, con portentos y prodigios falsos, y con toda la seducción que la injusticia ejerce sobre los que se pierden. Además de estos pasajes del NT, conocemos trece apocalipsis cristianos apócrifos (es decir, no integrados en el Canon: la lista definitiva de los libros considerados revelados), con títulos como el Apocalipsis de Pedro, los Apocalipsis de Pablo, Tomás y Esteban o las Revelaciones de Bartolomé.

4. El Apocalipsis por antonomasia

El libro apocalíptico más importante es, sin embargo, el que se atribuye al apóstol Juan, que cierra la Historia Sagrada de la Biblia con la descripción del fin del mundo. Cuando hablamos de «el Apocalipsis» sin dar más datos, nos referimos siempre a esta obra.
Se cree que la obra se escribió durante el reinado del emperador Domiciano († 96), que persiguió con dureza a los cristianos, pues éstos se negaban a dar culto al Emperador y reconocerle naturaleza divina. El autor se identifica como Juan, pero la crítica no se pone de acuerdo sobre su identidad: por la fecha, se piensa que no puede ser el apóstol, el discípulo predilecto al que Jesús encomendó el cuidado de su madre —pero quizá sea un discípulo suyo.

El libro contiene imágenes simbólicas de una enorme fuerza, que han fascinado a los lectores de todas las épocas. El acierto fundamental del autor es que expone sus visiones, pero no las explica, confiando en que el lector sepa leer entre líneas lo que verdaderamente quiere decir.

El lector cristiano de la época, familiarizado con los profetas del AT y los libros apocalípticos, reconocía las imágenes que Juan toma de la tradición (por ejemplo, la que hemos visto ya del libro que el profeta come).

En buena medida, el libro es (como Rebelión en la granja) una alegoría: contiene un ataque frontal contra el Imperio Romano, pero nunca lo llama por su nombre, sino que lo sustituye por otros lugares y personajes: la Prostituta de Babilonia, la Bestia, el Anticristo.

Recorramos los elementos simbólicos más importantes del libro:

1. Los Siete Sellos: en el capítulo cuatro del libro se inicia la descripción de una visión escatológica. El cielo se abre y Juan ve a Dios sentado en el trono, con cuatro vivientes alrededor de él, uno semejante a un león, otro a un novillo, otro a un hombre y otro a un águila. [La imagen proviene del profeta Ezequías e Ireneo de Lión la interpreta como una referencia a los cuatro evangelistas: Marcos, Lucas, Mateo y Juan.] En la mano derecha, Dios sostiene un rollo escrito por ambas caras y sellado con siete sellos. Un ángel proclama un desafío: ¿quién será capaz de soltar los sellos y abrir el libro? Nadie es capaz. Pero entonces aparece el Cordero, degollado pero en pie, con siete cuernos y siete ojos. Se acerca al trono, recibe el rollo y comienza a soltar los sellos.

2. Los Cuatro Jinetes: cada vez que el Cordero abre uno de los cuatro primeros sellos aparece un jinete. El primero lleva un caballo blanco y recibe una corona. Al segundo se le da el poder de quitar la paz sobre la tierra y hacer que los hombres se degüellen unos a otros. El tercero lleva un caballo negro. El cuarto jinete se llama Muerte y lleva un caballo amarillento.

3. El Día de la Ira. Al abrir el quinto sello aparecen los mártires asesinados por dar testimonio del Cordero. Reclaman el Juicio Final. La apertura del sexto tiene consecuencias desastrosas: se produjo un gran terremoto, el sol se puso negro como un vestido de pelo, la luna se tiñó de sangre y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como caen los higos verdes de una higuera cuando los sacude un huracán. Ha llegado el Día de la Ira (Dies Irae, Dies Ire). Todos los fieles del mundo aparecen ante el Cordero vestidos de blanco.

4. Las siete plagas. Cuando se abre el séptimo sello, se produce un silencio en el cielo. Luego, siete ángeles reciben siete trompetas y las van soplando. Con el sonido de cada una de ellas se desata una plaga. Primero cae sobre el mundo granizo y centellas mezclados con sangre, y un tercio de la tierra se abrasa. En segundo lugar, cae en el mar una enorme masa incandescente y un tercio del mar se convierte en sangre. En tercer lugar, un cometa llamado Ajenjo cae sobre un tercio de los ríos y las fuentes, volviendo amargas sus aguas. En cuarto lugar, un tercio del sol, la luna y las estrellas se oscurece. Con la quinta trompeta (primer ay), se liberan de la tierra las langostas, que buscan a los hombres que no lleven la marca de Dios y les muerden con veneno de escorpión, que no les mata pero les envenena. En aquellos tiempos los hombres buscarán la muerte y no la encontrarán, ansiarán morir y la muerte huirá de ellos. Las langostas están a las órdenes del ángel del abismo, Abaddón el Exterminador. Con la sexta trompeta, quedan libres los cuatro jinetes del Apocalipsis, cuyos caballos arrojan por la boca fuego, humo y azufre y tienen por cola serpientes que muerden. Matan a un tercio de la humanidad. A pesar de este despligue de poder, los hombres que sobreviven no se convierten ni arrepienten de sus pecados.

5. El librito profético. A continuación, Juan come el librito profético que contiene la verdad.

6. Los dos testigos. Dos hombres santos enviados por Dios profetizan vestidos de saco 1260 días. Tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no llueva, convertir el agua en sangre y expandir todo tipo de plagas. Su labor termina cuando del abismo sale una fiera que les combate y les da muerte. Sus cadáveres yacen en las calles de la ciudad del pecado, llamada Sodoma o Egipto. Los hombres celebran la muerte de estos profetas, pero después de tres días y medio Dios hace que resuciten y los eleva al cielo. Se produce un gran terremoto, con siete mil víctimas: es el segundo ay.

7. La séptima trompeta. Con el ruido de la última trompeta, los justos que rodean a Dios anuncian que ha llegado la hora del Juicio Final.

8. La madre y el dragón. En el cielo aparecen dos señales. La primera es una mujer parturienta. La segunda, un gran dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos. El dragón planea comerse al hijo en cuanto nazca. La mujer da a luz a su hijo, destinado a regir a todas las naciones con cetro de hierro. Los ángeles se llevan al niño, sin que el dragón pueda herirlo. A continuación, hay un combate entre el Dragón (la serpiente primordial que se llama diablo y Satanás) y los ángeles, capitaneados por Miguel. El dragón cae a tierra y allí busca a la mujer para dañarla, pero ésta está protegida por Dios y resulta indemne. La fiera entonces se dedica a hacer el mal a todos los servidores del Señor.

9. La(s) Bestia(s). El dragón se detiene a la orilla del mar y de las aguas sale una fiera (o bestia) con diez cuernos y siete cabezas. Lleva un título blasfemo. El dragón le confiere todo su poder. Aunque una de las cabezas parece mortalmente herida, su herida mortal sana y todos adoran a la Bestia gritando ¿Quién hay como la Bestia? ¿Quién puede combatir con ella? Maldice a Dios y expande su dominio por toda la tierra. Sólo los elegidos del Señor se resisten a su poder.

Tras esta primera bestia, surge del mar otra que tiene dos cuernos de cordero pero habla como un dragón. Consigue que todos los hombres den culto a la primera fiera y marca a todos los hombres en la mano derecha o la frente, para impedir comprar ni vender al que no llevara la marca con el nombre de la fiera o la cifra de su nombre. Aquí del talento: quien sea inteligente interprete la cifra de la fiera, que es una cifra humana. Y su cifra es 666.

(Momento, claro está, de recordar la legendaria canción de Iron Maiden que habla precisamente de esto):

The Number of the Beast
(Iron Maiden, The Number of the Beast, 1982)

Woe to you, oh Earth and Sea,
for the Devil sends the beast with wrath
because he knows the time is short.
Let him who hath understanding
reckon the number of the beast,
for it is a human number.
Its number is six hundred and sixty six.

I lived alone, my mind was blank.
I needed time to think, to get the memories from my mind.

What did I see! Can I believe that what I saw
that night was real and not just fantasy?

Just what I saw in my old dreams
were they reflections of my warped mind staring back at me.

Cuz' in my dreams it's always there
the evil face that twists my mind
and brings me to despair.

The night was black,
was no use holding back
cuz' I just had to see was someone watching me.
In the mist dark figures move and twist,
was all this for real or just some kind of hell?
666, the Number of the Beast,
hell and fire was spawned to be released.

Torches blazed and sacred chants were phrased
as they start to cry hands held to the sky.
In the night the fires are burning bright,
the ritual has begun, Satan's work is done.
666, the Number of the Beast,
sacrifice is going on tonight.

This can't go on, I must inform the law.
Can this still be real or just some crazy dream?
But I feel drawn towards the chanting hordes.
They seem to mesmerize... can't avoid their eyes.
666, the Number of the Beast.
666, the one for you and me.

I'm coming back I will return
And I'll possess your body and I'll make you burn
I have the fire I have the force
I have the power to make my evil take its course.

10. Últimas plagas: las siete copas. Siete ángeles derraman sobre el mundo el contenido mortífero de siete copas. La primera produce una llaga maligna en los hombres que llevan la marca de la Bestia. La segunda cae sobre el mar y lo convierte en sangre: todos los peces mueren. La tercera cae en las fuentes y ríos, que se convierten en sangre. La cuarta cae sobre el sol, que abrasa a los hombres con horribles quemaduras. La quinta cae sobre el trono de la Bestia y hace que su reino quede en tinieblas. La sexta cae sobre el río Éufrates y lo seca. Entonces, de Oriente llegan tres reyes: de la boca del dragón, de la boca de la Bestia y del falso profeta (la segunda Bestia) salen tres espíritus impuros en forma de ranas, demonios que reúnen a todos los reyes de la tierra para la última gran batalla, que tendrá lugar en Harmagedón.

11. La séptima copa y la Prostituta de Babilonia. Cuando el ángel derrama la séptima copa, la gran ciudad se rompe en tres pedazos, las capitales de las naciones se derrumban. Del cielo caen granizos como adoquines. Un ángel conduce a Juan al desierto: allí ve a una mujer vestida de púrpura que monta una bestia escarlata. En la frente lleva escrito su nombre: la gran Babilonia, madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra. Está borracha, pues ha bebido la sangre de los mártires. Un ángel anuncia la ruina de la ciudad: ¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios. Los reyes que fornicaron con la prostituta, los comerciantes que se hicieron ricos con sus mercaderías, lloran por su caída. Los justos se alegran.

12. Derrota de la Bestia. Aparece en el cielo un caballo blanco. Su jinete es la Palabra de Dios, Rey de reyes y Señor de Señores, que va a regir las naciones con cetro de hierro. Lucha contra la Bestia y los reyes de la tierra, que se han reunido en el lugar llamado Armagedón. Captura a la Bestia y al falso profeta y los arroja en un lago de azufre. A los demás los mata con la espada que sale de su boca, y las aves del cielo se dan un festín con su carne.

13. Derrota del Dragón. Del cielo baja un ángel con la llave del abismo y una cadena. Agarra a Satán, el Dragón, y lo encadena para mil años, arrojándolo al abismo. Echa la llave y pone un sello encima. Los justos asesinados, que no habían aceptado la marca de la Bestia, resucitan y son reyes con el Mesías durante mil años. Pasados los mil años felices del reino del Mesías, sueltan a Satán, que de nuevo reúne a los reyes de la tierra y les engaña para que luchen contra Dios. Pero del cielo baja el fuego y los devora. Al dragón lo arrojan al lago de azufre con la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

14. Juicio Final: ahora resucitan todos los muertos, buenos y malos, y desfilan ante el trono de Dios. Se abren los libros que contienen los actos de los hombres, y son juzgados por ellos. En otro libro hay una lista de los vivos. A todo el que no está en esa lista lo arrojan a un lago de fuego, que supone una segunda muerte.

15. La Jerusalén Celeste. Aparecen entonces un cielo y una tierra nuevos, pues los anteriores habían desaparecido. Del cielo baja la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. En ella vivirán los justos en compañía de Dios. La Ciudad tiene doce puertas, cada una de ellas hecha de una sola perla. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estará el trono de Dios y del Cordero, y sus servidores le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Noche no habrá más, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios esparcirá luz sobre ellos y serán reyes por los siglos de los siglos.

El grupo de los sesenta Incredible String Band recrean el ambiente apocalíptico, con su final beatífico, en su canción Las lágrimas de Job:

Job's Tears
(Incredible String Band, Wee Tam & The Big Huge, 1968)

We're all still here,
no one has gone away
Waiting, acting much too well
and procrastinating.

The cross of the earth
(let me go through),
the four winds point them
body to body,
seas to anoint them,
the reed they brought him,
sponge and vinegar,
fiery serpents
spitting gold and cinnamon.
The moon was bleeding
and stars were shallow
and the sword that killed him
was a sword of willow.

Hello, I must be going, well I only came to say
I hear my mother calling and I must be on my way.

O I remember it all from before!

The winter and the midnight
could not hold him,
the fire could not burn him
nor earth enfold him.
Rise up, Lazarus,
sweet and salty.
Brother soldiers,
stop your gambling and talk to me.
The thieves were stealers
but reason condemned him
and the grave was empty
where they had laid him.

Why heroes die at sunrise?
Why the birds are arrows of the wise?
Why each perfumed flower?
Why each moment has its hour?

It's you,
it's all true.

Stranger than that, we're alive.
Stranger than that,
stranger than that.
Whatever you think,
it's more than that, more than that.
Happy man, the happy man
doing the best he can.

Keep on walking where the angels showed
(all will be one),
travelling where the saints have trod
over in the old golden land.
In the golden book of the golden game
the golden angel wrote my name.
When the deal goes down, I'll put my crown
over in the old golden land.

I won't need to kiss you when we're there
(all will be one).
I won't need to miss you when we're there
over in the old golden land

We'll understand it better in the sweet bye and bye,
you won't need to worry and you won't have to cry
over in the old golden land.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Para encontrarse en época de exámenes, no está mal. Es de vértigo. En primer lugar, buena elección la de esta preciosa litografía de Durero (si interpreto bien la firma, abajo).
Y, en segundo lugar, no me gustan las traducciones al hispanoamericano de ciertos textos, con todos los respetos (Y Jesús les dijo:- Miren Ustedes..., etc, etc). Admito protestas, pero a mí me dan risa.
El texto comentado, y minuciosamente, es demasiado grande como para decir una palabra más. Pero no sé qué pensar. En este libro, la gente, que es malísima por definición del autor, demuestra una capacidad de aguante y resistencia sobrenaturales.
Uno, desde el segundo jinete, no sabe cómo es que queda ya humanidad para contarlo. Además, el dios del Apocalipsis es el mismo del AT, no del NT; o sea: un dios muy duro.
Por otra parte, todo el texto está sembrado de recuerdos egipcios, pese a dejar a Egipto al mismo nivel de Sodoma. Es egipcia esa Mujer púrpura, sentada sobre la Bestia Escarlata; y que va ebria por haber bebido la sangre humana. Transpone, peor que mejor, el mito de Sejmet, la leona divina, a la que se ofrece un brevaje alcohólico teñido de rojo; y que ella, confundiendo con la sangre de sus víctimas, bebe hasta la embriaguez. También es egipcia la mención de la 'segunda muerte'. En el judaísmo, sólo se reconoce una primera. La expresión 'morir por segunda vez' es de origen único egipcio.
También es egipcia la imponente visión inicial de la obra. Esa figura, de la que se dice que parecía 'como Hijo del Hombre' (sin ser, por lo tanto, el propio Jesús), y que llevaba en la mano siete estrellas, es la de Osiris, representado como la constelación de Orión, con sus siete célebres estrellas (forma normal de Osiris en el cielo egipcio). Su discurso a continuación, más su parecido intrínseco con el Jesús cristiano (ambos mueren y resucitan), lo dejan claro: 'Soy el Primero y el Último. Y el Viviente. Estuve muerto. Pero ahora vivo por los siglos de los siglos. Y tengo en mis manos las llaves de la Muerte y del Infierno'.
La tradición semítica (judeo-babilónica) no era bastante como para surtir de imágenes una obra tan ambiciosa. Y el autor conocía de oídas (como tantos judíos residentes en Egipto) lós ikonos culturales egipcios.
Por último, lo de la caída del cometa Ajenjo me resulta de lo más visionario de toda la obra. Que me lo expliquen. ¿Le daremos el mismo nombre cuando caiga...?
Saludos.

Grifo

Al59 dijo...

Interesantísimos (miren ustedes...) esos recuerdos egipcios. Yo sólo había captado (y me impactó mucho) el de la segunda muerte. Leyendo ahora el Evangelio de Juan encuentro estas palabras (10: 9): (a mis ovejas) yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás. Pienso que el sentido de la expresión vida eterna, vida perdurable, vida definitiva no se sostiene si no es por oposición con esa segunda muerte. Los benditos, aunque muertos, viven (vivientes llama el texto a os cuatro zoomorfos que rodean el trono), como el Cordero degollado que sigue en pie o los dos testigos —mientras que los condenados mueren por segunda y definitiva vez. Bien es cierto que el texto del Apocalipsis es un tanto contradictorio: por una parte asegura que el lago de azufre (o de fuego) es la segunda muerte. Por otro, que el Diablo, la Bestia y el Falso Profeta, arrojados allí, serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (20: 10).

Anónimo dijo...

Me resulta totalmente cierta esa relación de oposición vida eterna-segunda muerte.
Los muertos viven tras la primera muerte en tanto que no han muerto por segunda vez.
Según podría desprenderse del cap. 125 del L. de los Muertos egipcio, aquellos que, al no superar el juicio, mueren por segunda vez lo hacen definitivamente. La segunda muerte, por oposición a la primera, ha de ser la definitiva.
No obstante, parece también claro que la segunda muerte sirve de espectáculo eterno de castigo a una serie de seres, bestias, demonios, etc..., como imagen del castigo ejemplar. En Egipto también ocurre. Apofis sufre eternamente su segunda muerte a manos de la tripulación de Ra.
Saludos.

Grifo

Al59 dijo...

Curiosa también la conexión entre la Prostituta de Babilonia y Sejmet. Si no recuerdo mal, la diosa Leona es la misma diosa del amor, Hathor, sólo que fuera de sus cabales. La visión misógina no elimina la sensación de que estamos ante la manifestación siniestra (la Sombra, diría Jung) de una divinidad ambivalente, que tiene también su lado amable. Crowley y los suyos, al moldear la figura de la Mujer Escarlata sobre la de esta mala pécora, muestran que el camino se puede desandar en zapatillas.

Anónimo dijo...

Buscando Tierra de Campos en Blogolandia, nunca se sabe cómo, he llegado hasta Campos de Fresa, donde en vez de hacer propuestas sobre el aprovechamiento del Canal de Castilla cultivando frutas y hortalizas se habla de los jinetes del Apocalipsis. ¡Uf! Bueno, el 666 ya pasó. Habrá que continuar trabajando, a pesar de todo.