sábado, 15 de abril de 2006

Salud y República


Dada la calaña de los que atacan la idea de república en general, y nuestra Segunda República en particular, sentirse republicano resulta inevitable por mera respuesta inmunológica. Son años asistiendo al lavado de cerebro de los niños con concursitos (pinta a tu rey), soportando con incredulidad en los periódicos la censura sistemática sobre los negocios y putiferios borbónicos y manteniendo con nuestros impuestos a esa casta de cabezas huecas incapaces de leer sin errores (de redactar ya ni hablamos) el más sencillito de los discursos.

Cuando encima pretenden asustarnos con el Coco, prometiéndonos el caos y el rechinar de dientes si pedimos algo tan sensato como elegir por sufragio a quien ha de representarnos, sólo queda felicitarles por haber apartado al fin la careta. La transición era esto, oiga. O transiges o te enteras.

Pero es que hay mejores razones. Uno podría encontrarse republicano (y deuterorepublicano en concreto, por así decir) sólo por esta

anécdota contada por María Zambrano sobre el 14 de abril en que se proclamó la República luego desventurada. (...) Estaba María con su hermana Araceli en la Puerta del Sol, ya a la caída de la tarde. Un hombre con camisa blanca, fosforescente casi bajo un reverbero, abrió los brazos (repitiendo sin saberlo la trágica imagen goyesca) y lanzó un viva a la República, seguido de otro viva a España, algo más inusual como explica Zambrano: «Después la han nombrado mucho; nosotros no la nombrábamos, pero no porque fuésemos antipatria, sino todo lo contrario, porque la dábamos por supuesta. El caso es que, abriendo los brazos, el hombre de la camisa blanca lanzó un grito que andaba buscando y que al fin le salió: "Y muera... pues ¡que no muera nadie!". Y gritó por tres veces: "¡Que no muera nadie! ¡Que viva todo el mundo! ¡Que viva la vida!"» (Fernando Savater, Mira por dónde).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues claro : ¡Salud y república!